29.3.06

PREMIADO CONCURSO TODAS (Mejor artículo erótico)



Tú me lo pediste
Autor: José (Baco) Publicado en: Confesiones de Baco

Me dijiste que lo hiciera aquella tarde, y tras el café en el bar, al borde de la playa, tras el paseo notando la fina arena bajo nuestros pies, tras hablar de cientos de cosas, ninguna de ellas importante, fuimos al hotel. Y allí, en aquella cama enorme, te tumbaste, tan solo tapada por la blanca toalla que sirvió para secarte después de la ducha.
Pronto tus brazos estaban atados, por tus muñecas, al grueso cabezal de madera de nogal con suaves pañuelos de seda. Y tus piernas, de blanca piel, abiertas, permanecían anudadas a la parte inferior de la cama. Yo, de pie, a tu lado, despedía tus hermosos ojos de brillante mirada cubriéndolos con un bonito pañuelo negro.A partir de ese momento, desconocías donde estaba, que hacia y que pretendía hacer.Mis labios te sorprendían acariciando tu precioso cuello y a los pocos segundos, mi lengua jugaba a recorrer la parte interior de uno de tus muslos mientras retiraba la toalla para contemplarte bella e indefensa, atada a la cama sin otra posibilidad que sucumbir ante mi.Ahora en la parte interna de tu muñeca fundía mis labios en un tórrido beso. Y mis dedos suaves y lentos, descendían desde el cuello, pasando por el hombro y deslizándose a lo largo de todo tu brazo.Desaparecía de tus sentidos, para volver a aparecer de pronto, penetrando mi lengua entre los dedos de tus sensuales pies. Mis manos presionaban la planta de ellos con suavidad, notando como se relajaban entre mis dedos hasta volver a desaparecer para ti.Y aparecer con pequeños besos, suaves besos de labios calientes, en tus mejillas, en tu frente, en tu cuello, descendiendo lentamente a tu pecho, convirtiéndose en besos húmedos cerca de tus pezones, en la suave piel de tus tetas.Acariciando con el dorso de mi mano tus caderas, tu cintura y tu ombligo, subiendo lentamente a encontrarme con mi boca, donde tras humedecerme un dedo rozo casi imperceptiblemente con la yema uno de tus pezones que crece instantáneamente. Ahora con las dos manos acariciando muy suavemente tus pezones, que se transforman en duros botones puntiagudos mientras comienzas a moverte, a retorcerte en la cárcel de tus ataduras.Aparezco en tu boca mientras sigo excitando tus pezones. Mi lengua acaricia la comisura de tus apetitosos labios que entreabres, tienes hambre, suspiras, sigues moviéndote, cada vez más salvajemente, pero estas bien atada. Así que tras penetrar tu boca con mi lengua, presionar tus labios en los míos, y beber de tu saliva, desaparezco por completo.Tu no lo sabes, solo esperas como un débil animalillo, pero te estoy contemplando, te miro tumbada y completamente desnuda sobre la cama, sensual, erótica, provocativa e indefensa, expuesta a mis deseos.Y mis deseos son aparecer sin preámbulos con la punta de mi lengua entre los labios de tu vagina, pero suavemente, solo rozándolos, notando como al primer contacto se tensan, se erizan.Comienzo a lamerlos desde abajo, los dos a un tiempo, el extremo de mi lengua apuntando en el centro, recogiendo así los primeros frutos de nuestro juego mientras asciendo hasta llegar al clítoris donde profundiza mi lengua impregnada ya de tu dulce jugo. Ahora si, tus jadeos anuncian que harás todo lo posible por desatarte, mientras mi lengua presiona tu clítoris, juega a rodearlo y lo golpea suavemente, noto que te tensas, que estiras fuerte intentando romper los pañuelos, pero no lo conseguirás.Mientras juego entre tus piernas soy consciente que ahora mismo estarás abriendo la boca, deseando lamer, comer, besar, morder, pero solo puedes gemir. Soy consciente que deseas cogerme de la cabeza y apretarla contra ti, pero solo puedes apretar tus muslos alrededor de ella. Y me excito aún más, cada vez más, mientras te bebo por completo. Y me excito más y más sabiendo que deseas que te penetre, y cogerme de la cintura, y besarme, y abrazarme, y sentirme tan a dentro tuyo que te queme. Pero nada de eso puedes hacer, porque estas expuesta mis deseos.Me dijiste que lo hiciera aquella tarde.

Publicado originariamente en:
Confesiones de Baco

NO PUEDO MÁS QUE ENORGULLECERME DE TÍ, PERO MI ORGULLO ES EL MISMO Y POR LOS MISMOS MOTIVOS QUE ANTES DEL PREMIO.
AHORA, GRACIAS AL PREMIO, MÁS PERSONAS TENDRÁN LA OPORTUNIDAD DE CONOCERTE.

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20.3.06

NO EXISTIR Y AMAR

Nunca dejaré de amarte.
El amor, si es amor, nunca acaba.
Y el mío permanecerá colgado del viento,
incluso cuando yo me muera.
Dicen que los muertos no existen.
Por eso yo no quiero morirme,
porque entonces será dolorosa inexistencia.
¿Cómo dolerá un cuerpo que no existe?
Las lágrimas seguirán siendo transparentes
pero serán de aire;
la sangre seguirá siendo caliente,
pero será de aire.
Terrible sufrimiento,
el más terrible de todos,
cuando te duele y arde el aire.
Ya sé que mi amor es sentimiento,
pero juega para expresarse con cosas, cuerpos,
ojos, manos y piel
-sobretodo piel-,
Y al morir ya no tendrá las letras de su lenguaje
para bordar su voz silenciosa
en el aire que tú respiras.
¿Comprendes ahora?
Dicen que los muertos no existen.
Pero ese no existir que seré yo
sentirá necesidad de tocar tu piel,
y se la habrán comido los gusanos.
Y si recien ingresas en el no existir,
me desesperaré al ver tu piel
y no tener manos con qué tocarte,
pues se las habrán comido los gusanos.
Será tan doloroso amarte entonces
que quizás desearé no haberte amado ahora.

(Seguro que dentro de unos años
Sabré lo que ocurre en el estómago y las tripas
al hacer el amor, mi amor;
lo sabré en la bacanal
que tendrán por fuerza que organizar
los gusanos que se nos coman).

Glauka

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17.3.06

¿Porqué comenzaste a escribir? II


No lo recuerdo, es más no recuerdo ni cuándo comencé a hacerlo, lo que sí recuerdo es cuando abandoné por primera vez.
Seis años. El comportamiento de mi madre me alerta. Algo raro sucede. Sabe algo de mí que no debiera saber. Pasan los minutos golpeando con cada uno de sus pasos a mi corazón.
Mi vida tiene la culpa. Ese cuaderno al que, en mi supina ingenuidad, he puesto ese título tan cutre y tan evidente, es la puerta al conocimiento que ha abierto mi madre.
Dejé de escribir.
De ahí que la frase
Se empieza a escribir porque se tiene un secreto que sólo la página en blanco escucha sin juzgar, sin censurar, sin rechazar.
Juan José Millás
me resulte tan cercana, tan real.
Después las motivaciones y situaciones han sido diversas, y nada originales, porque en vuestros comentarios están muchas de mis razones, todas tienen algo que ver con pensar con claridad.
Escondía mis vómitos, mis vivencias, mis adentros, dentro de brujas y duendes, de corzos, perros, árboles y tundras, dentro de gotas de agua salada y peces de colores, que, siguiendo con la tonta ingenuidad infantil, creía que nadie alcanzaría a descubrir más que yo. Viajaron también en poemas, relatos, frases sólo, a medida que crecía, me dieron cobijo mientras vivía. En un diario que dormía bajo mi colchón disfrazado de libreta de lengua, pese a que un Diario de esos con cerradura y todo que me habían regalado se quedara viéndolas venir, con sus hojas vírgenes durante años y años, hasta que un buen día aquel diario tuviera un final que no era el esperado, recogiendo todos los versos que un amor me había obligado a escribirle y llevándoselos consigo ... pero esa es otra historia.
Isthar dijo: “porque tenía demasiadas palabras en la cabeza que no tenía con quien, ni podía compartir con nadie, y de alguna manera tenían que salir a la superficie. Empecé a escribir para no ahogarme en mis propios pensamientos y sentimientos, para desahogarme, para sobrevivir.” Hoy más que nunca, puedo decir que fueron mis razones. Aún lo son.
Caballero de la canoa dice: “empecé a escribir porque tenia que reventar por algún lado...es como un chorro de ideas (pocas a veces..) que no deja de sangrar y ya no puedo dejarlo” Me lo quedo igualmente. Juntar letras sigue salvándome del reventón.
Bridgetmanson dice: “para provocarme algo a mi misma”, a veces paz, las más, por haber escupido fuera a mis demonios, a veces organización, por aquello de dar forma a lo que siento alborotando mis huecos sin orden ni concierto.
Anita Tormento dice: “es terapéutico, catártico y en estos tiempos feroces, socializador…. porque me sale del páncreas, no hay más”, ya de niña, sin recomendación del sicólogo de turno, sabía sin saberlo que era terapéutico y catártico. Siempre he sido muy precoz (con el pensamiento, listos). Me salía del páncreas o de alguna otra víscera, hígado, corazón, páncreas y hasta vesícula decidían, según el día. Hoy es la mejor de las terapias para sobrevivir en este mundo cuando le siento ajeno y hambriento de mí, y ella, Anita, bien lo sabe.
Azena dice: “me ayuda a liberar los sentimientos que tengo atrapados en la boca del estómago”, más de lo mismo, sí, también me resulta tremendamente útil para evitar despertares de la úlcera de estómago.
Avatar dice: “La razón de todo esto supongo que será una mezcla de interés en expresarme (soy demasiado torpe con los dedos como para dibujar, esculpir, pintar, etc.) y lo bien que te sientes cuando alguien te dice que le gusta lo que has escrito”. Como él, sentí esa necesidad de expresarme desde bien canijilla (si es que alguna vez una sirena de ciento ochenta centímetros puede haber sido canijilla ;)), si bien sólo y exclusivamente para mí. Se me han dado bien esas otras cosas que pueden hacerse con los dedos, pero no expresaban (o yo no era capaz de expresarme y entenderme) como con la escritura, no vaciaba, no daba forma a mis alegrías, temores, valores y vergüenzas, como con el escribir. La última de sus razones, esa que cuenta con la opinión de los demás, la he descubierto aquí. Y es una razón hermosa, porque no tiene que ver con el deseo de adulación, no, tiene que ver con no sentirse sólo en el mundo, con pasarte un ratito dentro de alguien que tus palabras trajeron a tu lado. Pero sólo aquí.
Nicolás dice: “de acuerdo con Millás”, y sobran las palabras.
Elisabeta dice: “Siempre he escrito, en mi diario, también inventaba cuentos, o llenaba cuartillas cuando me enfadaba en casa para desahogarme de todo cuanto pensaba. Creo que ya inventé lo del idioma de los móviles pq omitía las vocales en mis palabras, por si mis padres llegaban a pillar alguna de aquellas hojas. Era mi modo de escribir en clave,jeje. Y ahora me encanta que mis letras correteen libres por el papel en blanco, significa que mi alma también se siente libre”. Desahogar sí, de todo cuanto pasaba. Compartimos hasta en enmudecer las vocales, que ya es compartir ;); no sé los suyos, pero mis padres no tardaron en descubrir ese lenguaje, y amordacé mis palabras, completas, otra temporadita. Ahora, como a Eli, me dan libertad, básicamente porque ellos no entienden esto del Internet ;).
Gota de tinta dice: “acabo de escribir algo que no había hecho consciente …”, eso es, materializas lo que piensas, ordenas los sentires y las palabras, coincidimos nuevamente en eso, y en tener una madre inteligente. ;)
Llegué aquí tras mucho tiempo sin escribir. Probablemente estaba demasiado entretenida viviendo.
O ignorándome. O las dos cosas.
Ha sido el espaldarazo definitivo a una lucha por la supervivencia que un tormentoso mail tras otro me obligaron a iniciar, tímidamente fui regresando a esto del escribir porque me obligaban a hacerlo. Cuando esos correos lograron despertar mis adormiladas “escribiendas”, aún sin pretenderlo, volví a tener seis años, y volví a escribir. Como me nace. Y esta es mi casa. Donde mi cola de sirena es la puñetera ama. Donde pueden verse, tocarse y hasta olerse mis escamas. Con salitre y todo.

Gracias Tormento.

Glauka

16.3.06

SIRENA A PORCIONES

Recojo el testigo que me lanzó a la cabeza mi Bri, y como me dió, ahí va la porción de mí en que me dió, un trocito de mi pelo.

No es un tatoo porque no tengo de eso, al menos visibles ...

No es la parte de mí que más me erotiza, porque tengo la mala costumbre de erotizar a los demás ... (caray, que soy sirena, cómo tengo que decirlo)

Además, ¿para qué entregar aquí porciones de sirena, en foto, cuando se pasea con garbo, completamente desnuda, por esta casa? Esta casa tiene las puertas abiertas siempre, y la sirena siempre está atravesada por alguna parte, paseándose desnuda, bailando desnuda, durmiendo desnuda, llorando desnuda, riéndose desnuda, leyendo desnuda, mirándote a los ojos, desnuda.
Yo no sé si pasar testigo directamente o seguir la elegante estela de mi adorable Bri; seguiré su ejemplo, que la pasividad agresiva veo que da sus frutos:

¿a qué esperas? SI, TÚ, EL QUE LEE.

Glauka

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14.3.06

¿Porqué comenzaste a escribir?

Se empieza a escribir porque se tiene un secreto que sólo la
página en
blanco escucha sin juzgar, sin censurar, sin rechazar.
Juan José MIllás

10.3.06

CARNAVALEANDO


Aquello de ser un capo de la mafia tenía su intríngulis. No había sido una casualidad que eligiera precisamente ese disfraz, eso de ser hombre tenía su punto, indudablemente, pero aún más ser un viril varón de los años veinte, con porte de hombre que lo tiene todo bajo control.
Con lo que no había contado era con aquella enfermera. Ni se le había pasado por la cabeza que una enfermera pechugona le dedicara sus más tórridas miradas, se contoneara para ella o para el capo de la mafia que era entonces, ni mucho menos que el juego de ligoteo que se habían montado el capo de la mafia y la enfermera fuera a desembocar en un ligoteo sin juego alguno entre ella y él.
Los movimientos exageradamente femeninos que hacía aquella enfermera dentro de la cual sabía que había un hombre de los de carne y hueso, le hicieron gracia desde el primer momento, y reaccionó como ella sabe que hacen los capos de la mafia, que para eso era uno de ellos esta noche: con cierto desprecio y desdén. Quizás ella hubiera reaccionado así siendo ella misma frente a la enfermera, de haber sido él mismo ella también, no sé.
Pero el ron, la música atronadora, la vorágine del carnaval y el desparpajo de la enfermera, terminaron por conquistar al mafioso, tirándole de la corbata consiguieron sacarle más de una sonrisa y más de un baile, y cuando se quiso dar cuenta estaba totalmente inmersa en su papel de capo conquistador, que, como Sandra bien sabía, es siempre conquistado por aquella mujer que pretenda conquistar. Asique jugó a conquistar a la enfermera, aún sabiendo que la enfermera pretendía conquistarle a ella que para eso era mujer, pero sabiendo que Al, nombre que dijo la enfermera tener cuando ya el acercamiento fue dando sus frutos, estaba esperando que Sandra le conquistara, aunque por esta noche Sandra fuera un mafioso italiano de los barrios bajos de Nueva York.
Pidió la que sería su última copa en la barra del bar. Unas manos a cada lado de su cuerpo se apoyaron en la barra, sin rozarlo siquiera, y la intuida presencia de la enfermera a sus espaldas le erizó la piel. Saber de su proximidad le encendía el vientre pese a que no rozara siquiera su chaqueta. No había terminado de servir las copas el camarero cuando un espeso aire le acarició la nuca lentamente, posando en su oído unas palabras que le aceleraron los pulsos al contarle que Al nunca había besado a un hombre, y menos con bigote. La vista demasiado nublada y las neuronas demasiado entretenidas con el ron como para que Sandra no perdiera la compostura de cintura para abajo, tras recoger lo que aquel aliento espeso había dejado caer junto a su oído. Respiró hondo y se dio media vuelta anhelando tropezar de frente con aquel aliento que había caldeado su vientre, pero aquella enfermera alejó el cuerpo dejando un espacio entre ellos que a Sandra, ahora mismo, no le hacía ninguna falta.
Bailaron un rato más, digamos que lo que dio tiempo a bailar en tanto tomaban media copa más para disimular lo que realmente interesaba hacer, que no era otra cosa que llevar ella, en sus pantalones de mafioso, todo el peso de aquello de bailar agarrado, juntando sus cuerpos pero sin que se notara; Al, contonearse colgado por la cintura de aquellos brazos femeninos, dejando caer de vez en cuando su barbilla en los hombros de aquella chaqueta sastre mil rayas, para que desde allí, una voz masculina impensable en una enfermera, siguiera estremeciendo a la mujer que ocultaba aquel bigote que tanto le apetecía comerse.
Sandra lo supo, supo que Al besaría mafioso de un momento a otro sin importarle el bigote que escondía y protegía a Sandra, y supo entonces que deseaba probar a qué sabe el carmín rojo chanel de aquella boca.
Con todo el poder que otorga ser un capo de la mafia separó aquella inocente falda blanca que hacía un rato compartía ganas con sus pantalones, miró aquellos ojos encendidos con la brasa que quemaba en los suyos, le cogió de la mano y, sin mediar palabra, le arrastró fuera del local.
No había casi ni pisado el empedrado de la calle la enfermera cuando probó lo que es besar a un hombre con bigote, ya que Sandra no pudo aguantar por más tiempo las ganas de comerse su barra de labios. Un beso profundo, fuerte, salvaje, dejando que, Al ya, ciñera fuertemente su cintura, aplastando su pantalón con todas las ganas que tenía de ella, o de él. Le empujó contra aquella puerta entreabierta de madera, sujetando ambas muñecas de Al entre sus manos y la puerta en tanto ella desdibujaba enérgicamente todo el carmín de aquellos labios carnosos; cuando le quedó claro a Al que Sandra haría lo que quisiera hacer, Sandra, sintiéndose extrañamente masculina, acarició el muslo de Al bajo la falda, acercándose por el interior de sus piernas sólo a las inmediaciones de su sexo, alejándose cuando Al gritaba dentro de su boca que siguiera, encontrando, con la yema de sus dedos, la goma de una media bajo la cual le apetecía meterlos, humedeciéndose mientras lo hacía, como se humedecería ella misma de ser el mafioso quien tocara sus piernas bajo el elástico de sus medias.
Se comió todo el carmín con furia, y le gustó el sabor del rojo chanel bañado en ron, especialmente porque aquella lengua caliente era un caramelo cálido y juguetón que enviciaba; sin duda recorría aquella boca con hambre atrasada, o con el poderío que le había regalado aquel mafioso que le había prestado el traje por una noche, pero sus labios ordenaban el camino a seguir, besaba ella, comía ella, imponía un ritmo delirante en aquello del besar, ella.
El tuvo un intento fugaz de tomar las riendas de la situación. “Ni te muevas” dijeron los gestos de Sandra consiguiendo intimidarle, tal vez porque hoy él era una enfermera, y se dejó hacer.
No sé si fue Sandra o el mafioso quien, con cierta brusquedad, fruto de la avidez que sentía bajo el cinturón, desabrochó aquellos botones que aprisionaban un par de pechos turgentemente falsos: fuere quien fuere, los acarició como si no lo fueran, tal vez acariciando sólo el encaje de aquel hermoso sujetador que los aprisionaba y que prefirió no pensar de quién sería. Doblegó la resistencia que oponía la goma entre sus dedos, lentamente, creyendo que eran sus pezones los rozados, su piel la que sentía la cercanía de unas manos y su cuerpo el que disfrutaba de aquel placer que ella sabía que daban sus caricias … sus pechos, los que Sandra había escondido, crecieron, desafiando la venda que los aprisionaba por aquello de que los capos mafiosos no tienen pechos, sintió la urgencia de sus pezones apretados por aquel vendaje y el dolor que sufrían ante la tensión que creaban al crecer bajo aquella cárcel que los retenía.
Tiró con fuerza de los tirantes que sujetaban los pechos plásticos que, al ser acariciados enardecieron los pechos carnosos de Sandra, casi los arrancó, para dejar al descubierto el pecho de un hombre, para acariciar aquellos diminutos pezones que ya le urgía ver, mimar, lamer. Con ambas manos los besó, con sus mejillas los acarició, con sus labios los tocó, dejando que la temperatura de aquel cuerpo ocupara su cabeza mientras descendía por aquel torso hacia el vientre, dejándose olvidadas las manos en los pezones de Al. No quiso bajarle la falda, como él probablemente pretendiera cuando acercó sus manos a la cremallera lateral; dibujó con la lengua y los labios surcos en los que abandonar estrellas entre aquel vientre y las caderas, aquella piel suave de las ingles masculinas que tanto le gustaba reconocer con su boca, y supo que iba a saber qué ocurre bajo una falda cuando ella pierde la consciencia mientras se la quieren comer entera. Sin tardar mucho se escondió de la vista de la enfermera bajo su falda, ya allí le sobraba ropa para encontrarse con Al, que era con quien quería estar entonces, a solas. Allí estaba lo que podía conocer de Al, henchido, oscuro, suplicando por encontrarse con ella también. Acarició sus testículos levemente mientras sus labios saludaban, dejó que su lengua visitara a Al, le invitó a entrar en su boca y reconocerla entera, acariciándole con el paladar también, mientras sus manos tiraban muy suavemente de sus testículos una y otra vez. Tropezó su lengua con el borde de aquella cálida carne rebosante, que se le antojó entonces una corona, deteniéndose allí, sin acariciar. Sólo estando allí conseguía que la enfermera gimiera y se doblara de placer, asique siguió un rato olvidando besos en aquella corona a media asta que llevaba Al, recorriéndola sólo con la punta de la lengua, descubriendo los nervios que cruzaban aquel trozo de piel arrugada con los laterales de su lengua, con el interior de sus labios, con el aire de sus pulmones, casi como sin querer.
Al empezó a tener prisa y ponerse exigente, quería ya la boca de Sandra a su alrededor, y Sandra, si bien disfrutaba con esta agonía de lentas caricias que aturdían a Al, también deseaba sentirle dentro de ella, por lo que le dejó entrar en su boca de un solo bocado, pillando tan de sorpresa a Al, que lanzó un gemido angustioso empapado de ese calor que amenazaba con reventarle en la boca a Sandra.
Al levantó las faldas de enfermera que sólo le permitían sentir sin ver lo que bajo ellas sucedía, puso en pie al mafioso que escondía a Sandra sin darle tiempo a oponerse, le retiró la chaqueta, abrió la camisa blanca de un solo tirón y besó los labios que había descubierto el bigote al caerse, con toda la fuerza que le pedía el cuerpo. Sandra ya sólo quería ser Sandra entre aquellos brazos y junto a aquel pecho de hombre desnudo, no se resistió cuando Al dió con el cabo de la venda y la hizo dar un par de vueltas desenroscándola, hasta soltó una carcajada imaginando su mirada sorprendida cuando descubriera sus generosos pechos hasta ahora ignorados por él … infinitamente mejor que la mirada imaginada fue la mirada real de Al, acariciante, deseante, codiciosa, hambrienta, acompañada de unas manos que recogieron los pechos descubiertos que se adueñaron de la mirada de Al, pasándole, aquella mirada, el dedo pulgar por la punta de los pezones una sola vez ,sin conseguir despegar sus ojos de ellos más que al oír un sollozo tras ese roce que, sin duda alguna, venía de la boca de Sandra. Al miró sus ojos, entró en sus ojos, abrasaba sus ojos con sus ojos mientras seguía acariciando sus pechos, con una delicadeza extremadamente brutal que derretía las entrañas de Sandra, y éstas, acuosas, salían desesperadas intentando inútilmente apagar el infierno que se desataba entre sus piernas, o resbalando por su piel entera escondidas en pequeñas gotas de sudor que intentaban, inútilmente, calmar la fiebre que se había apoderado de ella.
Arrastró sus pies por el suelo siguiendo a Al en su caminar de espaldas, no la llevaba Al, no, sólo tenía sus pechos en sus manos, pero aquel dulce suplicio era suficiente para seguirle a donde él quisiera llevarla. Al se sentó en el primer escalón con que tropezaron sus pies, llevándose sus manos durante los escasos segundos que tardó en quitarse de en medio lo que quedaba del mafioso precipitadamente, para quedarse ya a solas con Sandra. Ella no le dejó ni mirarla ni acariciarla ni acercar sus labios, ya sin carmín, a sus piernas; aprovechó para sentarse sobre Al cuando él le abrió las piernas con decisión, deseando hundir sus manos en aquella adivinada humedad. No le dio tiempo a cumplir sus intenciones porque Sandra le cabalgó, le clavó las uñas en la espalda con el ímpetu que deseaba se clavada por él, le abrazó la cara con sus pechos mientras suspiraba o gemía o jadeaba acelerando el ritmo de su roces, de las embestidas que a él no le daba tiempo a dar. Subía y bajaba al tiempo que acercaba más y más su vientre al de Al, queriendo desgastarse contra él, queriendo ser devorada por aquella boca que engullía sus pechos y tragárselo a él entre sus piernas. Violentamente se atravesaban con las manos y los brazos y los costados, en busca de la fuente de aquel olor embriagador que les emborrachaba la razón y les obligaba a cambiar las caricias por rabiosos roces y restregones frenéticos.
Furibundamente y mezclando sus aires a golpe de ahogados gritos, eliminaron de la noche a la enfermera y el mafioso para gozar solamente ellos.

©Glauka-2006 Carnavaleando

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7.3.06

DOS AÑOS YA


Dos años ya. EL mundo decidió ir tras de ti, desenfrenado, como un loco, echó a correr a la velocidad del rayo, escurriéndose entre mis dedos, sin que yo, por primera vez, pudiera hacer nada por evitarlo.
Te fuiste tú llevándote una parte importante de mi vida, de la de mis seres queridos, y el mundo, el mío, no se si salió en estampida tras de ti o aprovechó tu ausencia para huir de mí, sólo sé que desapareció, dejando vacío mi corazón de afectos, dejando vacíos mis ojos de lágrimas, dejando vacía hasta mi cama.
Todo se vino a bajo al mismo tiempo, e insisto, fue en cuanto te fuiste tú.
Ya sé que no es culpa tuya, ya lo sé. Pero es una coincidencia en el tiempo que me acongoja. Porque tal vez no pude llorarte de seguido como te merecías, como yo me merecía, supongo. Quizás por eso, por tener que llorar por ti y por ese mundo cruel al que aun no he dado alcance, mis lágrimas no tenían muy claro su destino final, y no limpiaron a fondo las heridas, como es su obligación, y quizás por eso yo sigo aquí, quieta, parada, clavada en medio de la nada y sin un mundo propio construido con mis manos, con mis uñas y mis dientes, ese mundo que es el único tesoro real de los hombres, ese que yo siempre he valorado por encima de todas las cosas porque está repleto de amores, afectos y cariños, ese mundo que desde que tengo memoria ha sido mi único anhelo y que tuve la suerte durante un tiempo de soñar que estaba construyendo, pero que descubrí que era eso, sólo un sueño, tras tu marcha, porque un movimiento de tierras cualquiera tiró todos los naipes al suelo de un manotazo.
Yo tenía un mundo. No sé si mejor o peor, pero era el mío, intuyo que era el mejor para mí, probablemente porque estaba construido con mis ilusiones y porque se te iluminaba la mirada creyendo que era real. Y me abandonó en cuanto te fuiste tú, en el preciso instante en aquel teléfono madrugador me contó que te habías ido, supe que otra parte de mi mundo me había abandonado también. Y no puedo evitar asociarte continuamente a esa devastación brutal en que quedó convertida mi vida tras tu marcha. Es injusto para contigo, vaya que si lo sé, porque una de tus mayores aspiraciones era que las sonrisas encendieran los ojos de quienes amabas, sólo podías dormir bien sabiendo que los tuyos estábamos consiguiendo nuestras metas, y desde niña supe que tú adivinabas cuáles eran mis únicos deseos en la vida, porque en tanto crecía tú me enseñaste cómo se cuida ese deseo una vez que lo tienes. Pero todo sucedió en cuanto saliste por la puerta, sin hacer ruido, como todo lo que hacías cuando aún podías abrazarme.
Y hoy no tengo nada.
No te tengo a ti.
No tengo familia.
No tengo padre.
No tengo un amor al que amar.
No tengo un amor que me ame.
No tengo hijos en quienes volcar todo esto que llevo dentro.
No tengo cicatrices aún.
No tengo afecto del de verdad.
No tengo un futuro que desee vivir.
No tengo un rumbo que seguir.
No tengo ni fuerzas, ni ganas, ni conocimientos, ni tal vez valor, para trazar ese rumbo de nuevo.
Estoy en medio de la nada, flotando en el espacio, sin gravedad, cruzando el tiempo sin pena ni gloria, sin un lugar que me espere, sin un lugar al que regresar.
Y me molesta enormemente no añorarte a ti sólo, hoy, no echarte de menos a ti sólo, hoy, al recordar aquel domingo. Me molesta echarme de menos a mí contigo, no sabes cuánto. Me molesta seguir pensando en tu marcha como el principio del fin.

Glauka (nieta de un marinero que cruzaba olas, marejadas, tempestades y hasta maremotos por estar a su lado, y eso que no sabía nadar)

P.D.: No te enfades, viejo lobo de mar, allá dónde estés, porque hoy la sirena esté quejumbrosa, mañana volveré a navegar por los mares en busca de ese tesoro que creí perder cuando te fuiste pero que en realidad aún no habia encontrado, seguiré intentando dar con él. Pero hoy, no tengo nada que ofrecerte, dos años después, me molesta no poder hacerte feliz siendo feliz.

QUERIDO ABUELO

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4.3.06

"GUAPURA"

Tengo una amiga que tuvo un novio luego un marido y ahora un “ex”, muy guapo. Sí sí, muy muy guapo. No me refiero a un guapo de esos que dices “qué mono es”, no no no, me refiero a un guapo de esos que la gente se da la vuelta a mirar en la calle, de esos que las mujeres miran sin pudor siquiera. Y hasta algunos hombres. De esos que si mi amiga fuera celosa no ganaría para disgustos.
Mi amiga no sé si por inconsciencia o por seguridad en su guapo particular, tuvo al menos la buena suerte de no sentir jamás eso de los celos, menos mal.
Pero es que mi amiga era, si no guapa-guapa como el muchacho en cuestión, si bastante mona y atractiva. Asique entre que ella estaba más o menos bien, y que su guapo la veía lo más de lo más mejor, pues no tuvo nunca que padecer esa enfermedad de los celos.
Pero tuvo otra enfermedad que la hizo ser menos mona y menos atractiva, si en cuanto a físico hablamos, porque yo creo que a mi amiga la enfermedad ésta la hizo aún más guapa por dentro. ¡Ah! Que no lo he dicho: es que mi amiga era muy guapa por dentro, mucho más que su novio-marido y ahora “ex”. Yo creo que por eso tanto el chico en cuestión como todos los íntimos vimos siempre mil veces más guapa a mi amiga que a su chico. Por eso, estoy convencida de ello, él no sabía si la tenía o la soñaba, y no tenía ojos más que para ella, la verdad es esa, pero era normal, ella era muy bonita, demasiado para él, me temo, y por eso siempre quería estar a su lado, no fuera a ser que verle a él desde lejos hiciera que ella se alejara de su vida.
Pero sigo por donde iba: que mi amiga perdió parte de su atractivo externo y, personalmente creo, ganó en atractivo interno. El guapo acompañante de su vida apoyó sus tambaleantes piernas, porque todo hay que decirlo, mi amiga comenzó a dudar de sí misma, las inseguridades que acompañan al deterioro físico no tardaron en hacerse llegar. Pero ahí estaba él para recordarle lo hermosísima que era, para seguir clavando sus ojos sólo en ella, para que mi amiga siguiera viéndose en su mirada la más hermosa de todas las hermosas mujeres.
Una noche vino una alondra y se llevó mientras dormían un par de tornillos de su cama, equivocadamente o no, los tornillos eran ambos a dos de la cabeza del guapísimo dichoso. Sin esos tornillos aquel guapis de flapis empezó a desvariar, a decir tonterías, como unos pierden aceite, el fue perdiendo las ideas fantásticas, las emociones, el sentir, la alegría de vivir y de paso el amor, que podía haber en su vida. Sólo le quedaba esa belleza brutal que tenía en su cara pintada, y la cuidó, y la cultivó con esmero. Y claro, mi amiga, entre que aquel montón de hermosura no era más que eso, recreo para la vista, y que ese era desde hacía un tiempo a esta parte terreno pantanoso para ella, como que no consiguió afianzarse de nuevo, siguió ahí, moviéndose en tierras de nadie, entre las inseguridades que le embargaban de vez en cuando por haber perdido la belleza física y la confianza que le proporcionaba saberse bonita por dentro.
No ayudaba mucho el mundo como todos podemos imaginarnos, con esas miradas cargadas de insultante envidia y comparaciones, pero eso le afectaba mucho menos que no encontrar los tornillos dichosos que dejaron libre aquel hueco por donde se escapaban sin miramiento alguno todas las bondades que aquel “guapo guapo” había tenido dentro de aquel pedazo cuerpo Danone en que se estaba convirtiendo, porque no veáis, cada día se ponía mejor, tanto gimnasio, tanta cremita, realmente se ponía cada vez mejor el muchacho en cuestión, y mientras tanto, mi amiga, buscando desesperadamente los tornillos.
Eso sí, llegó un buen día en el que al abrir el "regalo" ya no había nada dentro. El se lo dijo claramente, que ya no tenía nada bajo el pellejo, que no había ni una triste emoción en su interior, que estaba vacío, sin capacidad alguna de sentir, que sólo era aquello que no sólo sus ojos sino que, todos los ojos del mundo, podían mirar, nada más. Y mi amiga dejó el paquete en la calle, con harto dolor de su corazón, eso sí, porque lo que a ella le interesaba era lo que había dentro del precioso paquete, y allí ya no había nada.
A día de hoy he de reconocer que cuando vemos al superguapo por la calle, todos sus amigos volvemos a verlo con ojos de extraño y ¡caray!, que sí que es guapo de narices. Porque mientras acompañaba a mi amiga, por increíble que parezca, todos vimos siempre infinitamente más guapa a mi amiga, quizás porque gana en las distancias cortas, no lo sé, pero era así, al igual que él, todos pensábamos que ella era muchísimo más guapa.
Mi amiga sabe lo que es, cómo es y lo que vale, puede que lo que más bonita me la hace al mirarla es que ve siempre por dentro a los demás. Pero a veces se vuelve boba perdida con vanalidades como los kilos, que en parte entiendo, porque no debe ser nada fácil asumir que no volverás a ser monísima por fuera, a veces descubre que su seguridad desaparece ante unos ojos masculinos que la miran, ante el deseo que le nace en el vientre, y eso me molesta mucho, la verdad, entre otras cosas porque me temo que hay muchos ojos masculinos que miran hacia dentro también, ya que sigue resultando atractiva, lo sé, lo veo, sigue seduciendo aun sin proponérselo y me molesta que ella dude a pesar de todo.
A veces la mataría, en serio, porque es capaz de estropear momentos interesantes, cargados de promesas, en ocasiones sólo de buenos ratos y en ocasiones de oportunidades futuras, sólo porque le da por esconderse de la seguridad refugiándose en las dudas de que efectivamente estén viendo que es bonita.
Creo que son las secuelas de haber perdido aquellos dos tornillos y ninguno de su cabeza. Tanta hermosura le ha pasado por encima como un tren de mercancías y aún no se ha recuperado.
Os lo cuento porque yo no soy tan superguapa como el mozalbete de esta historia, ni tan mona como fue mi amiga en su momento, es posible que ni la mitad de la mitad de guapa de lo que es mi amiga ahora, pero sé quien es guapo y quien no, y mi amiga lo es. Y yo sigo intentando alcanzarla algún día, que es lo que tiene ser guapa así, de esta manera, que se puede ser, cada día, más.
GLAUKA

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2.3.06

FIN

Pero tú te escondiste en el silencio,
en la tibia mano
que se metió en mi garganta
quemándome muy dentro,
destrozándome los labios, mis risas y mis sueños,
tus caricias y nuestros besos.
Fuerte, la mano del silencio
se hundía en mi garganta,
salio un gemido ...
y el amor se ahogó.
Glauka

REEDITO A LAS 12:33 P.M. PARA AÑADIR ALGO QUE ESTUVE A PUNTO DE PONER AL POSTEAR, Y NO LO HICE, PERO CREO QUE "EL RESPETABLE" ME LO ESTÁ PIDIENDO A GRITOS:
Y AHORA TE ESCUCHAS "SE ACABÓ" DE MARÍA JIMÉNEZ ;)
Todo lo que yo haga, antes ya tú me lo hiciste,
y ahora que quieres conmigo, si tú para mi no existes.
Aún yo soy mejor persona, pues no quiero hacerte daño,
sólo sé que no te quiero, mi amor se fue con los años.
Se acabó, porque yo me lo propuse y sufrí,
como nadie había sufrido, y mi piel,
se quedó vacía y sola desahuciada en el olvido,
y después de luchar contra la muerte,
empecé a recuperarme un poco,
y olvidé todo lo que te quería,
y ahora ya, y ahora ya mi mundo es otro.
Tú no me vengas con pamplinas, ni me pidas que te ayude,
cuando te necesitaba, yo jamás a ti te tuve.
Ni te quiero ni te odio, quiero bien que me comprendas,
que eres uno más de tantos, que yo nunca conociera.
Se acabó, porque yo me lo propuse y sufrí,
como nadie había sufrido, y mi piel,
se quedó vacía y sola desahuciada en el olvido,
y después de luchar contra la muerte,
empecé a recuperarme un poco,
y olvidé todo lo que te quería,
y ahora ya, y ahora ya mi mundo es otro.

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