28.2.07

SI TE DIJERA

Si te dijese que tiemblo
algunas noches iluminadas por tu ausencia,
que lucho a brazo partido
con tus besos y tus sonrisas,
con tu piel y tu abrazo,
para que la cordura no escape de mi vera.

Si te dijese que sonrío
abrigando la solitaria independencia con tu piel,
que sueño real el afecto
que se cuela en mis adentros ,
en mi mente y hasta en mi alma,
para que la intensidad no desaparezca de mi vida.

Si te dijese que el deseo brama
y exige infructuosamente en ocasiones
hasta el dolor ...
Si te dijese que un beso, sólo uno,
bastaría para calmar la ansiedad
que me ahoga ...
Si te dijese que hay noches que no terminan nunca,
porque su fin está junto a tu vientre
y nunca lo alcanzo ...
Si te dijera que hay días que el pulso se desboca
porque necesitan el compás del tuyo
y nunca lo siento ...

Si te dijese que es mentira,
que es un juego,
que sacias mi necesidad
y calmas tus vacíos,
que respiras mis alas
y fundes mis hielos,
mientras engullo tus pasionales vómitos
y me enfundo los guantes dorados con que me pintas ...
que me robas el amor que se me desparrama
sin tener a quien amar,
y tomo posesión del amor que te hierve
sin nadie vigilando para absorverlo,
porque el hambre y el frío
azuzan el brillo de tus ojos en mi cabeza
y el sabor de mis muslos en tu paladar.

Si te dijese que sabiendo que todo es verdad:
que el frío, el vacío, el hambre y la necesidad
dirigen el tráfico
de besos, caricias, sonrisas, brillos y pulsos,
que la ansiedad y el insomnio
son excusas para sentirnos vivos ...

Entonces entenderías:
que sin quererte, te quiero,
o queriéndote, sé que no te quiero,
que sin quererlo, tal vez te quiera,
y queriéndolo, y porque quiero,
no te quiero querer.
Si te dijera Glauka 2007

Etiquetas:

26.2.07

Una tarde cualquiera del mes de febrero

Se faculta al juez para poder acordar, previa audiencia del Ministerio Fiscal y la entidad pública de protección o reforma de menores, que el menor que estuviese cumpliendo una medida de internamiento – me duermo, me duermo …. Uuuufffffffff …. No puede ser que me suelten este tostón a estas alturas …- en régimen cerrado y alcanzase la edad de dieciocho años, pueda terminar de cumplir la medida en un centro penitenciario - ¿cómo eran los baños?- cuando su conducta no responda a los objetivos propuestos – cuéntame, cuéntame como son. ¿está frío el mármol?- en la sentencia.
Sonrío. Y te cuento.
Al mismo tiempo, si la medida de internamiento en régimen cerrado Hay un espejo bien grande, toda la pared es de espejo, creo que te gustaría. (me acomodo en el sillón tras haber bajado la voz) el juez ordenará su cumplimiento en un centro penitenciario, salvo que ¿YYYYY? ¿Nada más? refundición y ejecución de las medidas ¿qué más quieres que te cuente? ... Uuummmmm pues dime, había alguna percha en la que inmovilizar tus manos, el espacio permitía más de un ocupante, qué tal iba el tema sonido, se escuchaban los sonidos de los otros baños … pretensiones penales y civiles deeee losssss perjud..caadddoooossss ... ZZuuummmmZZZuUUumMMmmmmZZZUUuuUUmmMMMmMMmmmm Sí, sí que había, pero el baño era de mujeres, y no creo que le hiciera mucha ilusión a la señora que se peinaba en el espejo verte aparecer... misiones del secretario judicial ... Disculpe señora, con su permiso, tengo que besar a esta chica inevitablemente, usted perdone, y cerraría la puerta con nosotros dos dentro, seguro que le hacía ilusión escucharte gemir ….. sonrío cuando el magistrado de turno, pesadisimamente, se empeña en meterme su voz por los oídos: desista de la incoación del expediente deberá inmediatamente ponerlo en conocimiento de las víctimas y perjudicados me matas, lo sabes, eres capaz de entretenerme, hacerme reir, y hasta encenderme, incluso cuando no estás.

Llueve. Mierda.
Podría decir que el cielo llora, porque eso es lo que parece, aunque suene manido, la lluvia cae mansa, lenta, y la dejo hacer. Camino en la oscuridad sintiendo como esas lágrimas me empiezan a corroer, y no sé porqué. Está hermoso el centro de la ciudad cuando todos huyen del agua que resbala por los adoquines. De la que inspiro con fuerza quedándome toda la humedad del aire, me quedo también toda la tristeza abandonada a merced de la lluvia, todos han salido corriendo y se la han dejado aquí … y entra en mí toda, de golpe, en una sola inspiración húmeda. Y llueve.
Está triste hasta la farola. Y los escaparates. Y el asfalto, que ni charcos hace. Y los coches que se chillan unos a otros, también están tristes por mucho que se vistan de destellos imposibles. Y ese perro. Y estas escaleras mecánicas, sí, están echando de menos un beso bajo la lluvia sobre sus escalones, de la que aparece la estación, ese que nunca han visto y nunca verán.

Mis mejillas echan de menos a tus manos recogiendo alguna de las lágrimas. You made this world a better placeWith just a smileI waved goodbye......
...for someone The way I felt for you And I don't mean... for anyone I mean... for you!
Los hermosos ojos azules y claros de Clara me miran recuperándome en el escenario sobre el que al parecer me muevo, ajena a lo que en él sucede.....Itried so hard to keep But I never will forget you made ...¡de calamar, nos vamos a disfrazar de calamar! Venga tía apúntate! …………….. ¿no las tienes? dame tu mail que te mando las fotos de la ultima juerga …..¡jo, tía que guay, tú a Tenesse y la otra a Hawai ¡yo también quiero! … Guapa, es guapa un rato largo, heavy, otro rato de los largos también, y dulce, dulce el más largo de los ratos. Qué ojos más inocentes. Veintiséis años ignorantes de mis últimos diez, esos de más que tengo a su lado, y que me sacan a bailar, a beber y a reírme todo y más de noche en noche.

Calm down myheart... don't beat so fast Don't be afraid just once in a lifetime .....'Cause there is nothing left to loose And when silence comes back to me I find myself feeling lonely ....
Recupero las energías. Ha parado de llover. Van cerrándose los negros paraguas escerrando en ellos las lágrimas que volaban de la acera a mis ojos. No hay luna, pero la oscuridad de la noche no engulle.
Casi que no cojo el teléfono, pero lo hago finalmente, total, ya me han interrumpido la banda sonora de la tarde otra vez … con Rosa a tomar unos vinos a las nueve y media … na, son las ocho, estoy empapada, como vaya a casa ya no salgo, mañana, mañana sí … mujer anímate! … ¿tú sabes que está lloviendo? ¿Está lloviendo? Sï … está lloviendo … mañana reservo en el Japonés, vale, a las diez, ya hablamos …
When I hear the rain on my window pane Gently tapping at the glass Like your

Otra vez llueve. Mierda. A ver si se decide, que no puedo estar cambiando de estado de ánimo catorce veces en media hora o me dará un infarto que pa qué … na, .... You can feel what no one feels You can hear what no one hears Just looking for the smile I give to you ... ni así consigo arrancarme una sonrisa cuando me aprieta el nudo en el estómago, eso sólo puedes hacerlo tú. Y llueve más cerca. Y me dejo mecer con ternura por la tristeza de las lágrimas y arrastrar, sin penuria, al pozo del llanto en el que nunca me ahogo.
En el fondo, cuando más hondo me meto en ese pozo, encuentro mi portal, con su luz, con su calorcito, con su sin lluvia, y con el vecino del cuarto abriendo su buzón. Y con mi paz allí guardada, muerta de risa al ver que me sorprende al colgarse de mi brazo.
Froto ya en casa la cabeza con una toalla después de, eso sí, encender la calefacción.
Te voy a buscar.
Me sonrío sola.
No me duele nada.
Estoy bien.

Pa quien me entienda.
Una tarde cualquiera del mes de febrero© Glauka 2007

Etiquetas:

20.2.07

A CIEGAS (continuación)

Me senté en el sillón, junto a la ventana, me quité la camisa, los zapatos, y te miré en silencio.
Allí seguías, reflejada en el enorme espejo, más tranquila quizás al principio, más relajada. No sé cuánto tiempo transcurrió, yo te miraba sin dar crédito a lo que veía, extasiado, cuando me percaté de cierta incomodidad tuya, de ciertos movimientos bamboleantes de tus brazos, de cierta intención, posiblemente, de levantarte.
- No, aún no.
- Me duelen los brazos -protestaste bajando la voz.
- Espera, no hemos acabado.
Me levanté sin hacer ruido, me acerqué a la puerta de la habitación, y la abrí.
- ¡No te vayas!
Cerré la puerta con cuidado, quedándome, dentro eso sí.
- ¿Estás ahí? ……... Contesta …….... ¿estás ahí? ….. Por favor, no tiene gracia, si no me contestas me voy a levantar ¿me oyes?
Claro que te oía, pero era el más difícil todavía. De hecho estaba a tu lado, junto a la puerta me había abierto los pantalones, había echado unas gotas de una muestra de perfume de esas que traes del Corte Inglés para que los pruebe, en mis slips y hasta en mi corto vello, y estaba a tu lado, con la polla fuera, gruesa, húmeda, caliente.
Sin decir nada acerqué mi polla a tu cara, sin tocarte, unos centímetros nos separaban nada más y me avergonzó un movimiento tuyo con el que casi la hubieras tocado, fíjate qué tontería, me aparté rápido, me sentí extraño. Una vez me recompuse del absurdo momento de desazón que acababa de pasar, decidido esta vez, acerqué mi polla a tu boca. La sentiste, y tardaste más de lo que pensaba en aceptarla. Froté tus labios con ella y parecía que no la quisieras, titubeaste ante la presión, no sin antes mover la cabeza hacia un lado para decirme:
- …. ¿Eres tú?
Comprendí que había surtido efecto el cambio de perfume en medio del silencio y sonreí. Te acerqué mi verga de nuevo sin clemencia, pero tú volviste a requerir, con cierta ansiedad exigente:
- ¿Eres tú?
Acerqué mis manos a tu cabello aproximándote al tiempo mi verga, cada vez más firme gracias a tus palabras, casi consigo metértela en la boca pero levantaste una mano del suelo y tuve que apartarme con rapidez … diste un manotazo en el aire y casi te caes de bruces, hiciste equilibrios sobre tus rodillas, tu piel me deslumbró, blanca, como hacía tiempo que no lo hacía, tus pechos se agitaron con desesperación, puede que tuviera algo que ver en esa forma de verte esa sensación de desvalimiento tuya que casi me arranca las lágrimas, esa que te tuvo unos segundos eternos frente a mí, de rodillas, intentando no caerte y dando manotazos al aire mientras me reclamaba tu voz:
- ¿Dónde estás? - implorabas- ¿Dónde estás?
Y como si hubieras echado fuera a golpe de manotazo los miedos que se habían adueñado de ti hacía nada más que unos instantes, con calma, pausada, posaste ambas manos en el suelo de nuevo, y en silencio, esperaste.
Me rompiste.
Apreté los ojos con la misma fuerza que los puños, te lo aseguro. Te vi tan … “entregada” iba a decir, pero no, no es la palabra, quizás lo sea más “confiada”, sí, tan confiada pese a los temores que sin duda tenías, y aún así, supe que confiabas en mí.
De nuevo me aproximé a ti con el sexo en la mano un poco menos duro (es lo que tiene ponerse a pensar en “motivaciones” durante) y sin titubear, lo comenzaste a lamer. Lentamente, sólo con la punta de la lengua primero, luego como con más interés, fuiste aumentando los lametones, metiéndote el capullo en la boca para acariciarlo con los carrillos antes de rozarlo, levísimamente, con los dientes, y de nuevo pasear la lengua arriba y abajo regándolo entero con tu saliva … sólo recordándolo me pongo malo.
Soplaste.
Genio y figura, sí, hasta desnuda, a cuatro patas y con los ojos vendados, tenías que ser tú. Ya te digo que soplaste. Justo antes de buscar a tientas de nuevo la carne mojada que te engullirías, una y otra vez, constante, incrementando el ritmo hasta que frenabas sin preaviso para recorrerla nuevamente con la lengua abierta, y de nuevo te la metías en la boca. Tu cabeza moviéndose adelante y atrás sin apoyo, sin ayuda de las manos, tu culo siguiéndola y tu espalda dejándose llevar … era todo un espectáculo. Y la idea de metértela entera de un golpe seco hasta la garganta puedes estar segura de que casi puede conmigo, sí. Por un momento creo que llegué incluso a hacerlo, pero me dio tiempo a frenar la estocada y, convertir esa agresividad en la fuerza necesaria para renunciar al paraíso que era para mi esa boca tuya. Creo que te sorprendió, eso sólo tú lo sabes, pero creo que te sorprendió porque volvió la tensión a todos tus músculos cuando te icé del suelo sujetándote ambos brazos acerqué mi aliento, sólo mi aliento, a tu boca, a tu nariz, a tu cuello, sin cejar en la virulencia con que te asía los brazos, antes de llevarte de espaldas hasta la ventana. Tú sabías que hacia allí íbamos, lo sabías y no te gustaba la idea. Escuchaste el sonido de la cortina al abrirse mientras sentías el frío cristal en tu culo:
- No, no, no -rogabas- no hagas eso, no, eso no, no lo hagas …
El deslizar de la puerta corredera fue todo lo que obtuviste como respuesta, con mi respiración agitada de fondo, eso sí, que rabia me dio no poder contenerla, te lo aseguro. De espaldas te obligué a salir a la terraza, y volví a mirar todo tu cuerpo desnudo, iluminado por la luz de las farolas, de las ventanas vecinas, vi tiritar la piel de tus brazos y el contorno de tus piernas, rígidas, apretadas, difuminado por la escasa luz que tamizaba aquel cristal semiopaco que pretendía esconder de miradas ajenas lo que hubiera en aquel lugar, infructuosamente, dada la escasa densidad del ahumado.
- Abre las piernas -te dije con mi voz totalmente tomada por la ansiedad acumulada.
Titubeando, pero las abriste, sin dejar de temblar y sin separar tus brazos del pecho.
Sólo tu sexo, sólo tu sexo supo de mi existencia en aquella terraza, porque sólo tu sexo fue acariciado por mis dedos, abierto primero, casi con asepsia médica, separé luego tus labios y los reconocí con mis dedos una y otra vez antes de meterlos, porque fueron dos, de golpe, en tu interior.
Empujé tu cadera hasta conseguir que te voltearas sin sacar mis dedos de su sitio.
- Sujétate al borde con las manos separadas.
Gemías, gemías mientras girabas con mis dedos dentro, y gemías mientras abrías tus brazos ofreciendo tus duros pechos a la ciudad. Y chorreabas.
Por eso no pude continuar mucho tiempo visitando por sorpresa tu clítoris y jugueteando ruidosamente con tus fluidos, haciéndote saber que estabas terriblemente mojada, por eso te aplasté la espalda con mi cuerpo, hundí mi cara en tu pelo y mi polla entre tus piernas clavándome una y otra vez mientras te pellizcaba los pezones, mientras te manoseaba los pechos sin contemplaciones, mientras ensalivaba tu oídos y clavaba mis dientes en tu cuello.
Creías que me iba a correr y se habría acabado todo ¿verdad? Yo también lo creí, de hecho, tuve un orgasmo bestial mientras me deshacía dentro de ti sin poder parar de moverme, sí. Pero descubrí con un agrado que ni te imaginas, que, sin haberme salido aún de ti, seguía con una furia interna de esas que sólo puede uno conseguir que le abandone con un orgasmo, y comprendí que aún había más.
Sin salirme de ti te arrastré dentro de la habitación y te llevé casi en volandas hasta el espejo, fue ese el frío que sentiste en tu cara, en tus pechos, aplastados contra él, en tus muslos, en tus mejillas, en tus brazos. Y retomé el movimiento empujando tu vientre aún más dentro del espejo hasta que sentí que de nuevo iba a correrme.
No quería hacerlo sólo, quería que aquellos regueros que descendían por tus piernas vieran su cometido satisfecho y así fue que, girándote cual muñeco, salí de ti para apoyar tus nalgas en el borde de la cama, y desde ahí, empujarte con mis envites dentro de ti, sobre el colchón. Subí y bajé deslizándome sobre tu sexo arriba y abajo con fruición, sabiendo lo que buscaba con ese resbalarme sobre tu vulva, hasta que tus gritos sacaron ese alarido salvaje de mis pulmones que hacía falta para echar fuera toda la furia que aún me quedaba.
Después no sé cuanto tardé en besarte, sé que me sentía bien, arropado con tu calor, en calma, saciado y como en casa. Sé que me chocó el tacto del pañuelo en la lengua cuando fui a besar tus ojos, y lo levanté con los dientes, y vi entonces que en algún momento habías llorado. Sé que un sentimiento como nunca antes había sentido de infinita ternura me obligaba a besarte, a acariciarte, a abrazarte, a desearte dentro de mí de forma irracional, supongo, a querer hundirme contigo y que se acabara el mundo en ese momento en el que tenía la certeza más absoluta de que me amabas y te amaba como nunca había sentido que nos amáramos, como probablemente nunca volvería a sentir que nos amábamos. Sé que no sentí la tristeza propia de la fantasía cumplida, ni siquiera el pudor de haberla cumplido contigo porque sólo contigo tenía sentido su existencia, incluso como fantasía. Sé que supe que nunca dejarías de sorprenderme, nunca. Y no me asustó la idea. Sé que tus manos en mis mejillas secando unas lágrimas que no fui consciente de derramar, con tus ojos sonriéndome, fueron lo mejor que me ha pasado en la vida.
Por eso me ha angustiado no encontrarte aquí al despertar. Por eso me ha inquietado leer tu nota: “Cuéntamelo”.

A ciegas © Glauka 2007

Etiquetas:

18.2.07

A CIEGAS

“Quiero que me esperes a las 22:00 en la habitación 303, desnuda, a cuatro patas frente al espejo, un pañuelo morado vendándote los ojos y unas botas negras de tacón … Por supuesto: no se te ocurra tocarte.”


Creo que estaba más asustado yo que tú. Temblaba y el corazón bombeaba ensordecedor cuando cerraba, con la humedad de mi lengua, ese sobre que tú abriste para encontrar, junto a la tarjeta instructora, una llave de la habitación 303 de hotel.
Pero te vi entrar, sí. Cruzaste el umbral del hotel con el sobre en la mano mientras yo comenzaba a degustar el segundo whisky en la cafetería, y tras los cristales, te vi. Miento, vi tu oscura melena primero, luego te vi a ti subida en tus raudos pasos pasar casi como una exhalación. Tuve que asomarme para confiar en lo que mis ojos decían haber visto, porque no terminaba de creerte capaz. Y allí estabas, junto al ascensor, poniéndote las gafas negras por diadema, con el sobre en la mano.
Di otro trago al whisky, no sin cierta satisfacción, creo que hasta sonreí. Unos instantes sólo, porque inmediatamente volvió el miedo a instalarse entre mis pensamientos: ¿Lo harías? Tal vez venías al hotel, pero nada más de lo pedido -por no decir ordenado- en mi tarjeta se vería cumplido. Es cierto que no eres mujer de acatar órdenes, pero aún es mucho más cierto que, aún confiando en mí como sé que confías, temes al desamparo más que a nada en el mundo, y la confianza ciega e irracional no se cuenta entre tus capacidades. Lo sé, no te enojes, lo sé y lo asumo. Quizás por eso mismo quise tentarte, a ti, que te pusieras tú a prueba a ti misma. Pero no tenía nada claro que fueras a hacerlo, la verdad sea dicha, es más, estaba casi seguro de que no lo harías.
Por eso cuando pasada media hora decidí subir a la habitación 303, volvió a bombearme el corazón tan brutalmente que tuve que pararme ante la puerta al menos dos minutos más, respirando acompasadamente, diciéndome una y otra vez que estarías sentada en la cama, y me tocaría consolarte, porque no habías podido, te repasaría el pelo, te abrazaría, hasta te secaría las lágrimas, porque tú llorarías, y me di cuenta, entonces no antes, que tampoco el plan me desagradaba lo más mínimo, que incluso ese resultado me bastaba, porque habías venido, porque verte cruzar el umbral del hotel ya me había proporcionado un placer que no esperaba, porque lo habías intentado, al menos lo habías intentado.
Intenté no hacer ruido al abrir, pero oíste la puerta. Lo sé porque te estremeciste, sentiste la necesidad de juntar las piernas y salir corriendo, pero te contuviste. Y yo creí morir. Se me nubló la vista y todo, de hecho, me tuve que apoyar en la puerta para no caer. En silencio.
Silencio que tú debiste interpretar como parte del juego, y de hecho, así comenzó a ser, pero si tengo que decirte la verdad, que de eso se trata esto, es que el silencio comenzó siendo eso, una necesidad mía para poder creerme lo que veía. Después ya no, ciertamente, después fue parte del … iba a decir juego, pero fue más, mucho más … ¿Prueba? ¿Demostración de confianza? No sé cómo calificarlo ¿Tú lo sabes? Vamos a dejarlo en juego, sí, mejor, que no debo irme por las ramas.
Sólo podía mirarte a ti.
A tu piel temblorosa, a las marcas del bikini que aún delimitaban, a media nalga, el territorio de tu cuerpo del que sólo yo disfruto; a la doblez de tu pierna donde terminaban las botas, negras, como yo te había pedido; a tus pechos colgando, flácidos a ratos, otros endurecidos, más que probablemente por el frío que te invade cuando estás nerviosa; a tu cara reflejada en el espejo con ese pañuelo que yo te había regalado, morado, vendándote los ojos, largo, con uno de sus cabos cayendo junto a tu cuello hasta reposar en el suelo, con el otro cabo hecho un cierto barullo entre tu pelo negro y mezclado con él, y ambos, ahogados en la blancura de tu espalda.
Sólo podía mirarte a ti, insisto, por eso tardé mucho más de lo que imaginas en darme cuenta de que la luz de las velas cimbreaba sobre tu piel, creo que no me di cuenta hasta que me había acercado a tan sólo un metro de ti, fíjate. Sonreí entonces, habías querido poner tu nota de decisión, habías corrido las cortinas para que la luz de las farolas no pudiera entrar a fisgonear y habías decidido tú qué luz querías que nos iluminara. Y lo más importante: habías confiado en que yo aceptaría tu decisión, porque tú querías jugar mi juego, si bien estableciendo alguna de las reglas tú. Bien sabías entonces que ni loco hubiera cambiado la luz que tú habías elegido, por nada del mundo hubiera querido quitarte nada de lo que hubieras decidido tú cuando tú me estabas haciendo el regalo que jamás había pensado fueras capaz de hacerme.
Así iluminada, me acerqué a ti, te acaricié el pelo y temblaste. Estoy seguro de que lo recuerdas. Sentí unas ganas tremendas de abrazarte, pero me las aguanté. Yo también estaba nervioso, sí, no te lo negaré ahora. Acaricié tu espalda y estabas helada.
- Te quiero, lo sabes ¿verdad? -susurré.
Cuando afirmaste dentro del espejo con la cabeza levantando al tiempo la mano izquierda del suelo, tuve que cortarte:
- Espera, no te muevas.
Verte volver la mano a su sitio entonces, creo que fue lo que me regresó al juego. “¡Si está jugando ella mejor que yo!” pensé. Sí, lo que oyes, me di cuenta de que me estaba yendo, que me habías dado lo que quería realmente, y que ya no esperaba nada más; fuiste tú la que, obedeciéndome cuando ni tan siquiera estaba ordenando nada, cuando las palabras habían salido solas como una petición infantil, me recordó que aquello no terminaba allí. Y no podías seguir con el juego tú y yo no.
Me senté en el suelo, a tu lado, muy cerca, mirándote, observando los pliegues de tu piel, los lunares y el vello. Mi mano se acercó a tu muslo, acariciándolo desde la cadera hasta la rodilla, sintiendo como titilaba tu cuerpo entero, tenías la piel fría, eso me hizo imaginarte durante un cierto tiempo así, en esta postura, esperando a que entrara en esta habitación, nerviosa. Tenía que comprobar si te habías excitado esperándome, el miedo en pequeñas dosis excita y en grandes, paraliza; habías aguantado el tirón, no habías abandonado el juego, así que te habías tenido que excitar.
Ascendió mi mano por tu muslo rodeándolo hasta acariciar únicamente el interior del mismo y tensaste los músculos de tus piernas, lo sentí. Ni me inmuté, cierto, seguí hasta atrapar todo tu sexo con la palma de mi mano, tensándose entonces todos tus músculos hasta arquear la espalda. Claro que sentir aquel calor húmedo, tremendamente húmedo, en la palma de mi mano me arrastró entre tus piernas, sin pensarlo siquiera tumbé mi espalda e introduje mi cabeza entre ellas para olerte, para saborearte, para mirarte. Sí, para mirarte, había poca luz pero veía tus labios brillar como nunca. Es posible que jugara con ventaja, porque ¿recuerdas la velita que dejaste sobre la cómoda, a la derecha? Pues esa se vino conmigo. Y los brillos de tu excitación reverberaban de una forma muy especial cuando les acercaba la vela. Notabas calor y ahora ya sabes qué era, sí, era la vela.
Quise besarte como nunca, de veras, cuando miré en el espejo el cuadro que hacíamos juntos, tu desnudez abierta para mí de aquella manera hizo que, por un momento, quisiera abrazarte y comerte la boca hasta la extenuación, pero el regresar mi mirada al cielo que cubría mi cabeza me llevó a besar aquellos otros labios tuyos con la misma extenuación que te hubiera besado la boca. Lamí como si me fuera la vida en ello, necesitaba que te corrieras ya, que sintieras una pequeña parte del placer que me estabas dando. Por eso aplasté tus nalgas quizás un poco rudamente para acercarte a mi boca, para que te desparramaras en ella, para que ni uno sólo de los segundos que siguieran a aquel fuera de vacío, sin rumbo, para que tus gemidos subieran, como subieron, de tono e intensidad. Arrastré mis manos hacia tus pechos cuando ya estabas jadeando y moviendo tus caderas porque supe que ya no temías, y acaricié con la suavidad que sabemos ambos te lleva a los infiernos hasta que tus muslos me apretaron las mejillas y tus erectos pezones temblaron solos entre mis dedos, hasta que dejaste de jadear para partirte en un ronco espasmo. Creo que me bebí aquel orgasmo tuyo, porque no podía dejar de acariciarte y tú, no pudiste dejar de regalarme otro espasmo que te vaciara, aún más, en mi boca.
Posaste entonces tus brazos hasta los codos en el suelo y yo, que ya estaba en el rol asignado en el juego, no quería que se acabara, no, no debía acabarse entonces.
- No te he dado permiso para descansar, Glauka -escuchaste, amortiguada mi voz por tu cuerpo, mientras salía de debajo de ti.
Y te incorporaste, sin queja. Casi me matas de nuevo, te lo juro, no esperaba eso. Cierto que lo decía convencido, pero casi sin pensar, realmente me pillaba totalmente por sorpresa verte actuar según mis indicaciones. Por eso acaricié de nuevo tu espalda, tus nalgas, tu cintura, antes de alejarme de ti.
Me senté en el sillón, junto a la ventana, me quité la camisa, los zapatos, y te miré en silencio.
(continuará)
A ciegas © Glauka 2007

Etiquetas:

15.2.07

Porque me lo pides TÚ
Glauka

13.2.07

DESDE OTRO PUNTO DE VISTA

Si es que ... escupo para arriba y ni me entero. Pues no digo yo que ya está bien de traer a colación la dichosa Guerra Civil Española, que ya llovió, que no entiendo tanto recordar y recordar por los políticos y afiliados varios lo que a mí me parece tan requetelejos y ¡TOMA! ¿No querías caldo? ¡Pues toma dos tazas!
Te explico, no te aceleres, que te explico ya mismo:
"Enresulta", estimado amigo, que estoy pensando muy seriamente en abandonar mi profesión y dedicarme a la contrucción. Sí, lo que oyes. Pero nada de arquitectura o peritajes varios, no no, algo donde haya verdadera y auténtica responsabilidad: obrero o jefe de obra o algo similar ... vaaaaaaaale, aún no tengo ni repajolera idea de cuáles son las posibilidades, pero sí sé que lo quiero es estar ahí, a pie de obra, con el ladrillo, el casco y el cemento ese gris. En trincheras. Donde está la verdadera y auténtica responsabilidad, ya te digo.
¿Que sigues sin enteder nada? Entenderás, ya lo creo que entenderás, sólo dame tiempo, que no es tarea fácil contarte esto.
"Sigue enresultando" que me gustaría ser obrera de la contrucción por aquello de que siempre puede aparecer una bomba de la Guerra Civil Española cuando estemos excavando o haciendo algún muro de esos de hormigón, y oye, que eso de tomar decisiones rápidas es lo mío, y se me ocurre que, en el supuesto de que apareciera o apareciese una bomba tal que así, como de un metro de largo, por ejemplo, en mi obra, pues que me encantaría deslumbrar a mis compañeros sabiendo con total exactitud qué es lo que hay que hacer.
¡Qué dices! ¡¡¡Tú' stás tonto!!! ¡Qué demonios llamar a los artificieros hombre! Que nooooooo, que no tienes ni idea, que lo que hay que hacer es meterla en una caja, de madera a ser posible, y luego pintarla con un poco de las sobras del hormigón por aquello de que quede bien sellada, y meterla en una bolsa de plástico para que, eso sí, la humedad no resquebraje el bonito paquete que hemos hecho, que la humedad es mu mala. No te rías desgraciado, que aún hay más.
Y si encima tengo la suerte de que la bombita de las narices esté justo justo justo en el lugar en el que hemos de poner la viga esa ¿cómo se llama? sí, hombre, esa viga que no es importante en realidad ... que cósas tienes, que si es viga y tiene que estar ahí será por algo ... ¿es que no sabes la cantidad de tonterías que os inventáis los arquitectos para justificar el sueldo? ... si hombre, la viga "riostra" o de arriostramiento, esa misma, pues si está ahí, junto a la viga esa de nombre raro, pues ni te cuento como deslumbraré a mis compañeros de curro y hasta a mi jefe cuando les diga que no pasa absolutamente nada si en lugar de poner cinco metros de viga ponemos sólo uno por delante de la caja con la bomba, dejamos la bomba en su sitio, que digo yo que alguna función de viga hará estando donde está, y luego, pues prescindiremos de hacer el resto, que no sirve para nada, y nos ahorraremos una pasta. Se quedarán anonadados, ya te digo que sí.
Pues eso amigo, que "enresultadas cuentas", que quiero ser obrera de la construcción porque tiene que ser la bomba, y nunca mejor dicho, vivir una situación extrema de esas, y no me lo quiero perder por nada del mundo. Que pasen los años y sepas que has sido tú el de la idea ingeniosa, cuando veas el edificio ahí, en pie, sin que se haya parado la obra ni un sólo día gracias a tus ideas geniales y hasta hayas ahorrado algún dinero a la empresa hasta en vigas ... debe reportar una muy muy honda satisfacción.

OLE OLE Y OLE! CON UN PAR!

No te rías hombre, no te rías, que esto es así, en serio. No me digas que no, que no tienes ni idea tú, por muy arquitecto que seas, coimes, que ya te digo que la línea de fuego está ahí, eh, al pie del ladrillo. Noooooo, imaginación ninguna, que nooooooo, que no me saco historias de ninguna parte, que esto es así, esto que te cuento ha sucedido y a mi me gustaría vivirlo desde el otro lado de la trinchera, porque ¿sabes? desde este lado ya lo he vivido, ya han sacado la puta bomba de entre las vigas del garaje de mi edificio los artificieros amenazando con el desalojo del mismo, sí, esa bomba de la Guerra Civil Española de un metro de largo, que estaba dentro de una caja de madera que databa de hace seis años, o sea, cuando contruyeron mi casa, protegida de la humedad por una vulgar bolsa de plástico, haciendo de no sé qué viga del edificio de arriostramiento y, la verdad, desde este lado de la trinchera no me ha hecho NI PUTA GRACIA.
Desde otro punto de vista © Glauka 2007

10.2.07

Algunas cosas que no te conté

No te conté que vine llorando todo el camino. No sabía muy bien porqué, en realidad lo que hacía era buscar justificaciones para esa angustia que me atenazaba, para esas lágrimas que llevaban un par de días peleando por salir. Por eso pensé en eso de la edad, que me aleja cada vez más de la maternidad, para tener una razón para mis lágrimas. Por eso pensé en mi padre, por eso pensé en la frustración personal que supuso mi exrelación … para justificarme, para encontrar los motivos por los que mi vida es una “desgraciada vida” que merece ser deshecha en lágrimas en plena calle.
No te conté que había pensado en no hablar contigo, fíjate. Que no quería necesitarte. Que no quería contagiarte mis miserias ni mucho menos hacerte sentir mal en el momento más inoportuno para ti. No te conté que a pesar de haber tomado la decisión irrevocable de no hablar contigo, no pude evitar contestarte. No te conté que la posibilidad de tu afecto desbordado fue la cerilla que quemó mi decisión, buscando una egoísta caricia de esas que calientan el alma. Porque te hacen sentir alguien y te hacen sentir.
No te conté que llevo toda la santa semana dándole vueltas a lo vacía que siento mi vida en muchos aspectos, justo esos que has tocado tú, como quien no quiere la cosa, en un ataque de generosidad. Por eso mismo fue que no te conté que volvieron a hacer carreras de intensidad las lágrimas sobre mis mejillas mientras tú eras tan razonablemente generoso conmigo.
No te conté que me araña pensar, como pienso, cada día con una certeza mayor a la del día anterior, que esta es la que será mi vida hasta que me muera, y eso, con suerte, que la de ahora no es mala vida precisamente, puede ser muchísimo peor. Pero que ya está, esto es todo lo que voy a conseguir en mi vida, trabajar para pagarme un techo bajo el que cobijarme sola. Con suerte tener algunos amigos “reales” con los que salir a tomar unos vinos o de viaje, y algunos amigos “virtuales” con los que compartir penas, miserias, inquietudes, deseos y verdades de las que no se cuentan cara a cara.
No te conté, porque nunca te lo cuento, que cuando racionalizo contigo y crispo tus nervios frenando tu ansiedad, cuando argumento convincentemente tus porqués, cuando contradigo lo que parece tan real, es porque necesito ponerme una bola de cemento en los pies que me fondee bien fondeada en el fondo del mar cuando estoy a puntito de alcanzar la estratosfera, de donde es imposible volver ya. Ya, que nadie lo diría, ya.
No te conté ni te contaré, me temo, porque a poco que lo pienses tú también lo sabes desde hace mucho tiempo, sin querer saberlo quizás, que no me dejo arrastrar (del todo) porque sé, y siempre he sabido, que me va a tocar echarte de menos. Con categórica seguridad.
(Lo que que no te conté ayer, es que, precisamente ayer, necesitaba que fueras egoísta, tremendamente egoísta)
Puede que tampoco te cuente esto, mira.

Algunas cosas que no te conté © Glauka 2007

Etiquetas:

8.2.07

DESEO




Rojo pasión,
desvistiendo tus flancos,
arde en mi vientre
flambeando tu piel:
carbonizarme quiero.

Deseo © Glauka 2006



Foto de linguisticness

Etiquetas: ,

5.2.07

ELVISSSSS

¡HE CONSEGUIDO HACER Y SUBIR MI PRIMER VÍDEO!

Y sí, Andrea May, es un regalo para ti.

Glauka

Etiquetas:

3.2.07

NASSSSSHHHHHVILLE!!!!



Dada la inutilidad puesta de manifiesto durante las últimas, no sé ya ni cuantas horas, para colgar el vídeo que he tardado tal cantidad de horas que prefiero no contaros ... pues que aquí os dejo la música y las imágenes ... con ganas y tiempo podéis escuchar la música y, pulsando con el botón derecho sobre el álbum de aquí debajo, acceder a la posibilidad de ver las imágenes en pase de diapositivas en una nueva ventana que os permita seguir escuchando la "banda sonora" que iba en el vídeo.
Glauka

Etiquetas:

Powered by FeedBurner