29.1.08

Hacer cosas, cambia las cosas, no hacer nada deja las cosas como estaban.
Dr House
(robándome la teoría)

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25.1.08

Justicia

Un tremendo hijo de puta violador de mujeres que arrastró a su mujer embarazada por la nieve hasta que perdió al bebé para luego colgarla por no darle descendencia, dedicándose a enamorar a pobres chiquillas a las que abandonaba después de follárselas y, en ocasiones, asesinar con lentas agonías mientras se las follaba, en todos aquellos pueblos que su ejército conquistaba tras las guerras sangrientas que este hijoputacabrón maquinaba por el puro placer de destrozar la vida y ver los fuegos que prendía arrasando con viviendas, plantaciones y hasta oler la carne chamuscada de quienes en ellas se encontraban, si es que conseguían salvarse de la horca, del arraste con caballos e incluso del potro de la tortura que tanta satisfacción le proporcionaban.
Como mínimo.
Ese fui yo en otra vida.
Y ahora las estoy pagando todas juntas.
Justicia © Glauka 2008

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21.1.08

Hace un año ...

Hace un año ... despertaba tal día como hoy, después de una noche surrealistamente sorprendente en la que, a mi llegada, me recibieron en la capital del country tal que asín:


Igual fue una casualidad que justo la noche de mi aterrizaje en aquellas tierras, una de las chicas ligara con un ricachón petrolero afincado en Miami y nos llevara en su superlimousine



pero a mí me mola bastante más decir que fue el modo en que celebraron en tierras yankis la primera vez que pisaba suelo americano una sirena ;) que no les tiene mucho cariño precisamente;





Llevaba el bicho conmigo ya y no se me ocurrió ahogarlo en alcohol ... ¡¡¡con lo fácil que lo tenía!!!

Intentaré recordar tiempos felices, moviendo las caderas ...

Hace un año © Glauka 2008

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16.1.08

NO
.
PUEDO
.
MÁS

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13.1.08

A bote pronto o recordando

Tu mano moviéndose de izquierda a derecha en lo alto de un parking, paseando sobre una camiseta negra. Y una sonrisa, una sonrisa que era sólo para mí, allí mismo, y junto al avión rojo, y en el cuarto de baño unisex de aquel restaurante, y en la terraza gay y en la ducha. Por poner un ejemplo.
Frente a tí, un café tembloroso, un poco doliente. Aquella cuesta que costaba subir antes del café. Y la ciudad inmensa a nuestros pies en la que perdía los ojos con tal de no mirarte. las curvas, tu mano en la palanca de cambios.
El sol y el calor. Desayunar bajo una sombrilla. El cine en la noche y hasta el no poder tragar ni un bocado de la comida libanesa que tanto me podía gustar. Echarte de menos estando contigo.
El arroz que entretenía las ganas de una siesta de las buenas, que no tardaría en llegar, y lo sabíamos.
La sorpresa contenida tras tu mirada al comerte mi chocolate o al verme mirarte. La sopresa mal disimulada que me obligaron a intentar esconder tus brazos y el roce de tu piel. Wolfheim ocupando todo el aire de aquella noche.
El sushi, los langostinos, la penumbra, sobretodo la penumbra. El verde brillante. La humedad y hasta un mareo. Un roce en la nuca electrizante.
Las horas sin dormir ni ganas de hacerlo. Las ganas de hacerlo -dormir- oliéndote.
La risa, la risa cómoda. Una biblioteca y una cartera lila de neopreno.
La voz que me calmaba. La mirada que me contaba. Los colores intensos que veía sin poder evitarlo.
Pensarte mientras paseaba por aquel claustro a solas.
El traqueteo de las ruedas de la maleta.
La parada de metro que te tragó mientras yo miraba para otro lado.
Los mensajes que me contaban que seguías vivo.

Tu respiración.


Las lágrimas. Las tuyas. Las mías.
Mil palabras o dos mil. Todo lo que callé.
Todo lo que se quedó para mí.
A bote pronto o Recordando © Glauka 2007

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9.1.08

Algún día, en la vida VIII

Silencio.

- Sí, lo has dicho. ¿Ese era el secreto? Pero si te lo llevo escuchando los últimos cuarenta años Pablo ...
- Ssssshhhhhhh, calla, Sol. Escúchame: te quiero, te he querido siempre, desde que te conocí te he querido, y en ocasiones pienso que incluso antes.
-Sí per ...
- Calla, calla Sol, déjame seguir, no te pongas nerviosa: quiero compartir mi vida contigo, no, no me mires así, no me digas que ya lo hacemos ni me sueltes esas cosas tuyas de día a día no hace falta nada más que amarse que ya me las sé. No me importa ser un carcamal cuando por fin tengo la certeza, cuando tengo la conciencia de que de veras quiero algo, cuando comprendo que soy yo el que quiere unirse a ti para siempre, con la intención, el deseo, las ganas y el tiempo, todo el tiempo, sea el que sea.

Sol tiembla. Nunca quiso saber de compromisos más allá del corazón, los más fuertes, los más difíciles de cumplir, los que ella necesitaba y había cumplido toda su vida, incluso con Pablo, aun sin saberlo él, porque el compromiso es con uno mismo. El sabe todos los "dogmas" en que lleva creyendo Sol los 79 años que lleva vividos y por eso mismo sabe que teniendo el "Sí" desde mucho antes de pedirlo, desde antes incluso de planteárselo, ha de arrasarla para que sean los deseos de Sol de gritarle que "Sí" los que la tomen por sorpresa antes de pedirle nada ante nadie. Sabe que no es que no necesite público o le moleste compartir con los demás sus vivencias, sabe que necesita creer y sentir sólo entre ellos dos primero.
Sol junta los labios, cómo si buscase fijar mejor la dentadura, en verdad regalándole una mirada de ternura. Él gira un poco la cabeza y le guiña un ojo.

- ¿Qué haces? -pregunta flojito ella, respetando a la virgen.
- Voy a tirar una moneda -responde igual de flojito.


En el suelo, una simbólica barandilla, solo para detener los pies, protege el coro de la Divina Pastora. Dentro del cerco, sin alterar las ofrendas, cientos de monedas.

- ¿Porqué has hecho eso? -indaga la curiosidad de ella- ¿Por romanticismo?
- No. Fíjate bien. Hay monedas de hace años, aún con la cara del caudillo.
- Es verdad -a Sol le entra un escalofrío, bien acompañado por la quizá humedad que empieza a sentir metida en la roca.

Abrazándola, Pablo le cuenta:

- Así engañaremos a todos, cuando vean nuestra moneda de aquí a cuarenta años más, por poner una cifra, pensarán que han sido dos chavalines recien enamorados.
-Ya no estaremos de aquí a cuarenta años.
- Sol, estaremos, ellos creerán que sí

.Se oyen gritos de alegría afuera. Ambos miran el marco irregular de la piedra, por donde entra el sol. De repente aparece el contraluz.

- Mamá, se anuló la reunión.

Los ojos de Sol se llenan de lágrimas, por alegría, tan sólo por la alegría de tenerlos a todos juntos, a Enzo y Pablo, a todos, porque todos los que importan para uno deben ser parte del otro, pura aceptación de lo que trae la vida y saber responderle con cariño a la misma, a la vida del ser amado.
Descienden la familia al completo por un desvío del sendero, un reguero de granito bien colocado y asentado para hacer de escaleras. Pablo, detrás de Enzo y delante de Yael, se detiene un instante al ver el resto del sendero que bordea toda la costa hasta el Cap de Creus. Piensa que así es la vida, que nunca se acaba aunque te bajes de ella.

-¿Te ayudo Pablo? -le ofrece Enzo.
- Por supuesto, aunque no me haga falta siempre es gustoso darse la mano dos caballeros -ríen ambos, pero lo cierto es que si, que a Pablo le va bien la ayuda.

Abajo esperan ya Luz, Sol, Shilou escalando los grandes bolos de granito cuyas aristas se suavizan un poco más cada año al soplo de la tramontana y el mar de invierno. El comilón de Ian duerme dentro del saco que lleva cruzado su madre.

- Bueno ya estamos todos -comenta Sol en voz alta.
- !Shilou!, deja de subirte por las piedras o te harás daño - ordena Yael mientras Luz empieza a extender el mantel del almuerzo.

Todos colaboran, sacan de las mochilas los platos y vasos de plástico, la bota de vino, las servilletas, botellas de agua, los tuppers con las delicias de cada casa, las galletas de Shilou que todos comen, el chocolate preferido de Sol, la miel para el queso de mató con el que se deleita Pablo, el pan, los embutidos, la tabla de cortar, unos cuchillos, y por supuesto una caja que disponen en la mejor de las sombras, donde se supone se encuentra la tarta de bizcocho con fresas, para el homenajeado.

- Estamos debajo de San Rafael, una construcción rehabilitada con el espíritu único de este entorno, con un único objetivo, el propio que dio la inspiración del cómo, donde y de qué manera disponer las terrazas, modelar el jardín, recuperar los modestos ornamentos de la época, vaciar el interior para que los patios fuesen pozos de luz, de vida, ubicar las miniaturas de paz donde el agua, piedras y bonsais traen lo zen. Pero sobre todo, porque está situado encima del acantilado, en el mismo límite y corte de la tierra frente al mar, con el latido de la noche como faro, el aviso de que vivir es escalar con esfuerzo, no físico, sino del corazón menos visto. Por eso luego de comer nos va a costar un buen rato subir otra vez arriba -suelta Pablo en uno de sus imparables discursos sin previsión, solo por emoción, mientras terminan de prepararlo todo.
- Papá -pregunta Yael a su lado, quien siempre se ha tomado las explicaciones de lo que no ve como algo que podría ser de otra manera- ¿qué inspiración?, no lo has dicho.
- La inspiración siempre es lo que uno siente, y se debe ser fiel a ello, estimada Yael.
-Vale, pero ¿qué inspiración?
- Sol, ella fue la inspiración, al parecer debió ser ella.

Yael cree entender algo por primera vez, siente la revelación de la construcción y la vinculación que mantiene con lo que ha contado su padre hace un momento, tan inspiradamente. Ambos se miran. Pablo le afirma con la cabeza.

-Debe haberlo rehabilitado un gran arquitecto -opina Yael, cuando le aprieta el hombro a su padre, antes de volver para ayudar a los demás.
(continuará)


Algún día en la vida VIII© EarthSea&Fire 2007


6.1.08

Algún día, en la vida VII

Ian aplaude febril la presencia de su papilla de frutas y se agita nervioso esperando el primer bocado.

- Este pequeñajo, mal que me pese, es igual que su abuelo ¡jajajajajaja!! Con lo bien que podía haber salido a su padre, pero no, tuvo que salir al abuelo.
-Sí que es verdad, dicen que se parece a mí pero, en realidad, es a mi padre a quien se parece.

Acariciando los cabellos del renacuajo que chupeteaba la papilla de frutas de la cuchara que le acercaba Sol, sin levantar la mirada siquiera, la abuela rejuveneció ante la mirada de Luz de una forma asombrosa, quizás porque la voz había perdido años de pronto, o porque brillaba su mirada como sólo en ocasiones -cuando estaba su padre cerca, para ser exactos- veía brillar la mirada de Sol.

- Soñé una vez a Enzo así en mi vientre ¿sabes? - sin dejar de perder la mirada en el viento.
- Pues menos mal que no fue así ... - Luz ponía una nota de humor irónico del de su padre.
- ¡¡¡Jajajajaja!!! Pues sí que es verdad, sí, anda que, menos mal que no fue premonitorio aquello … Hoy no estaríamos todos juntos ...
- Igual sí que lo fue, pero te faltaron los años, Sol, igual viste a Ian creyendo que era Enzo en ese sueño.
- Demasiado hermosa la idea, niña, demasiado hermosa levantándose, le besa la frente a Luz - pero me la voy a quedar, que me ha gustado.

Sol prepara otra vez la bolsa. Ian está un poco caprichoso esta mañana, con lo que le gusta la leche -igualito a su bisabuelo- y prefirió la papilla, seguro que es su manera de celebrar los años del abuelo.
La satisfacción de haber hecho suya la idea de Luz, es evidente en su expresión, aún así no puede con la punzada que aún hoy día le viene al pensar en el bisabuelo del pequeño, aún sabiendo que las cosas entre ellos terminaron por adoptar la certeza final.
Leves instantes que suceden en cada uno, donde una alegría trae un recuerdo confuso por dulce y amargo a la vez. Sol sale iluminada por el día, por el soñar como verdad una fantasía de Luz, de quién sino, tan parecida a su padre.

- Deben estar abajo ya, vamos Sol -Luz cuelga a Ian del saco cruzado donde le lleva con todo el confort que puede esperar una criatura de su madre, en el seno que le alimentó.

Por la senda, el resto del grupo está alcanzando un rellano más amplio, por encima donde preveía Pablo desayunar. Debajo, las rocas planas esperaban a la familia. Pablo le muestra la pequeña capilla a Shilou, una formación cavernosa en la roca, donde apenas caben más de dos.

- Ahora hijo, ves con tu madre, voy a rezar.
- Ven Shilou, deja que el abuelo descanse.

Nunca fue Pablo de rezos en público, ni en privado, sí que fue de ruegos a algún Dios que suponía debíamos tener, pero nunca le rogó para que cambiase las cosas sobre su vida en favor de Sol, lo que sí hizo alguna vez, absurdamente, lo sabía, era rogar por ella, para ella sola, sin contar él.

- Qué vistas, qué pasada -exclama Mar al ver su nombre esparcido hasta lograr que el horizonte adopte la consabida curva que adopta por la esfericidad de la tierra. Saca fotos.
-Nadie va a entender nada de esas fotos Mar, solo saldrá agua -le dice la tía Yael.
- Deja a la niña que ya sabe lo que hace -llegando Sol a la reunión frente a la barandilla de troncos- y vigila a Shilou, está muy cerca del precipicio.

Yael hace una mirada de molestarle la sugerencia, no por ser Sol, sino porque siempre le parecido que las fantasías de su padre, de su hermana y ahora de Mar, eran como perder el tiempo. Lo que no entiende ella es porqué se casó con una artista de los más raros. Al final se sonríe mientras sujeta a Shilou.

- ¿Qué haces aquí, viejo ermitaño?
- Calla. Pasa y haz como yo. Arrodíllate frente a la Virgen y haz ver que rezas.
- Arrodillarme dices, voy a necesitar todo el día.
- No exageres.
- Ala, ya está. ¿Qué haces?
- Te esperaba.
- Muy atento.
- Si, ya sabes que lo soy. Quería estar un rato a solas contigo.
- ¿Me vas a meter mano ahora?
- !No seas sacrílega! estamos delante de la virgen.
- Seguramente ella debe tener envidia, precisamente por eso, por ser Virgen.

Pablo se ríe por ver cómo se han ido haciendo el uno al otro, por cómo ya eran así ambos y poco a poco el humor de uno se ha ido fundiendo en el otro hasta poder tomarles por sorpresa al verse reflejados cuando no pensaban en el humor.

- Te esperaba para decirte algo.
- Que misterios mi religioso señor. Si llevases sotana te....
- No es nada nuevo, sólo que me apetecía decírtelo primero a ti.
- El qué.
- Algo que ya sabes.
- Me voy a hacer vieja de verdad esperando tu discurso. Seguro que me vas a meter un discurso de esos que me entran tan bien, porque me gusta oírte hablar, de esos que ya no temo pero que me ponían siempre en alerta. Total, digas lo que digas me voy a quedar igual. Venga, canta carcamal.

Pablo hace rato que la mira sin moverse, de rodillas ante la virgen y sonriendo por debajo del labio.

- ¿Has terminado de prepararte? -le pregunta con ironía de quien la conoce.
- Si -cierra ella escueta de palabras, temerosa pues.
- Sol, Te quiero.

Las palabras de siempre, las que no hace falta decir, las que dirá luego delante de todos, pero en ese momento, a Sol la embriaga la emoción de saberlo, no sabe porqué tanto, puede que por cómo él la mira, como siempre la ha mirado.
Se le oprime el corazón a Sol y, temblorosa, le grita con la mirada que le ama más aún de lo que él cree saber, le acaricia la cara antes de arrimarse a besarle suavemente los labios, momento en que él, conocedor de las lágrimas que ambos se les escapan ya, no por la vejez, que pudiera ser, sino por la emoción juvenil que siempre les embargaba cuando se miraban tan intensamente, conduce la mano izquierda de Sol bajo su camiseta, junto a su corazón:

- Mira cómo me tienes, Sol, estoy desbocado, como si tuviera quince años, igual que si tuviera quince años.
- O cuarenta - maliciosa, hace memoria ella por los dos.
- La emoción no envejece ¿verdad Sol? Por eso tú y yo no envejecemos, porque dejamos que la emoción nos de la vida.
- Como sigamos así, no moriremos nunca entonces - bromea ella, secándole las mejillas- Decirte que te quiero ahora suena a poco ¿verdad? Serán desvaríos de vieja chocha ya, la demencia senil esa nos puede servir de disculpa, mira, para todos los que nos miran extrañados, pero te juro que ahora mismo estoy como entonces, no siento que haya pasado tiempo alguno, tengo la misma necesidad de meterme en ti con mi amor y desparramarme entera contigo. Te quiero Pablo, aunque suena a poco, mírame como me estás mirando ahora y nada más necesitaré para vivir.

Se besan. Pablo tiembla entre los brazos de Sol, cuya cara flanquean ambas manos de Pablo, ante las miradas atónitas, expectantes, de Luz y Yael, que espían a su padre, como han hecho siempre, para no perderse ni una de sus excentricidades.

-Y ahora me vas a tener que contar qué demonios hacemos aquí de rodillas besándonos antes esta Virgen -susurra Sol a los ojos humedecidos de Pablo - porque no pretenderás seguir aquí poniéndole los dientes largos a la Virgen ésta ...
- No, Sol, no quiero ponerle los dientes largos a la Virgen, no. Pero este sitio te gusta tanto ... te he visto entrar más de una vez cuando nadie te ve ... sí, no te asombres, te he visto, ahí sentada, he pensado que era el sitio perfecto para compartir contigo lo que voy a hacer luego, con todos esos que nos deben estar espiando de testigos.
- No entiendo nada Pablo, ya empiezas con tus secretitos.
- ¡Jajajajajajajaja! No mujer, no es un secreto … bueno, hasta ahora sí, lo era, pero dejará de serlo en unos minutos, en cuanto lo comparta contigo como quiero hacerlo, antes de que lo sepan todos.
- Me estás poniendo nerviosa Pablo, habla claro.
- Ya te lo he dicho: TE QUIERO.


(continuará)
Algún día, en la vida© EarthSea&Fire 2007

3.1.08

Algún día, en la vida VI

- !Abuelo!

Corriendo se acerca a los brazos abiertos de su abuelo el pequeño Shilou, aquel torbellino de cinco años que para nada hacía honor al su nombre, sino todo lo contrario: nada de paz, tranquilidad o reposo, ni en él, ni en los que tenían el placer de mirar sus hermosos ojos verdes.
Mientras el abuelo abrazaba a Shilou y esperaba ser alcanzado por la nieta mayor, mucho más calmada -como su madre, aquella hija que hoy veía en ella pero que hoy era una mujer hecha y derecha, propietaria de una editorial pequeña y que, no obstante, había recibido premios en más de una ocasión por su selección a la hora de publicar- Sol abrazaba a Luz y al pequeñín que portaba en el regazo, aquel niño que tanto se parecía a su abuelo, especialmente al sonreír.
Aquel niño había sido la satisfacción lograda de compartir sangre. No habían tenido un hijo juntos, cierto, pero Ian había venido a satisfacer de alguna manera aquel deseo suyo, cuando ya no lo esperaban. En un viaje de negocios, Enzo había conocido casualmente a una Luz reciendivorciada, en la Catedral del Mar, ella, mostrándole a su hija los juegos de la luz en aquel inmenso edificio, él, recordando lo que su madre le contó más de una vez y más de dos, cuando le mostraba un par de malas instantáneas que guardaba como oro en paño entre la páginas de un libro titulado precisamente así: La Catedral del Mar.
El día que Sol comprendió, con el corazón al galope, que Luz era hija de Pablo, de su Pablo, no puedo evitar el vértigo y el miedo más irracional que otra cosa.

- Hola Luz, hija.
-Estas muy guapo papá -le dice después de besarle y sin soltarle el brazo el pequeño Ian.
-Tú también, pequeñajo, estas guapísimo.

Yael, salida de detrás del maletero con las bolsas y toda su calmada pero imparable actividad (algo que la ha diferenciado siempre de Luz, más nerviosa pero calmada en cuanto a la actividad se refiere), llamaba en voz alta a su hijo Shilou:

- Toma, ves y dale tu regalo al abuelo, venías todo el camino diciendo que querías dárselo.

El regalo más grande -piensa Pablo- verlos a todos juntos en esta que hubiese parecido utopía de haberla escrito yo.

-¿Y Enzo?, Luz, ¿vendrá más tarde, a causa de la reunión?
- Si, me ha llamado que ahora empezaban -le dice a Sol mientras se acerca para besarla.
- Kenzo sigue en Tokio, vendrá la semana que viene, sigue con éxito su exposición sobre el Empordà -Aclara Yael.
- Mira que es curioso, mis dos hijas con hombres de parecido nombre, sólo la K les diferencia.
- La K y algo más abuelo -dice Mar, la mayor de las nietas que hasta el momento seguía silenciosa.
- Mar -mirándola a los ojos Pablo la abraza, como si fuese una parte de él, cómo hacía con Luz antes de volar. Esa manera de abrazar siempre deja a Mar un poco neblinosa, cómo si comprendiese algo antes de tiempo.

Pablo abre el regalo de Shilou, una gorra con el emblema de un equipo de fútbol, algo que no le pega con la ropa que lleva ni le interesa hacer propaganda de un deporte que nunca ha seguido: aún así se la pone sonriente:

-Me acabas de hacer socio de tu club, ahora tendré que pagar cuota a tu madre -palabras que el pequeño no sabe responder pero en las que todos entienden el sacrificio que por los pequeños se hace- Si hay que ir al campo se irá -aclara Pablo. Shilou se sonríe por la traducción.
- Los demás regalos los abrimos luego, ¿vale?, ahora lo mejor es compartir este buen día. Vamos a dar el paseo hasta la capilla de la Pastora, ¿os parece? -sugiere Pablo.

Sol se abraza a Luz y ambas miran a Ian, parece que debe tener hambre.Shilou cierra la mano a la de su abuelo. Yael y Mar avanzan juntas detrás, mirando a los demás.

- - Pablo, !vamos dentro un momento!, hay que calentar el biberón a Ian.

Pablo hace una indicación a Sol de "corrrecto, hasta ahora mismo", un gesto mínimo que le permite hacer Shilou con su acaparadora impaciencia por descubrir la Divina Pastora.

- A los críos cualquier misterio les atrae -le dice Luz a Sol.
- Si, como a tu padre.

Dos mujeres y de distinta edad tienen mucho que hablar cuando están juntas, más si una de ellas es la hija y la otra la nueva persona que acompaña a su padre. Sin embargo, la calma entre Luz y Sol siempre ha existido, quizá porque alguna vez la pequeña Luz escuchó hablar del mar y sus seres, quizá porque escuchó hablar a su padre con alguien al igual que hacía con su madre, quizá porque el día que le dijo que tenía novia y se la presentó hace tan sólo tres navidades, antes de retirarse él por voluntad propia a San Rafael, no le pareció estar viendo a una extraña.

- - Mírale, ahí todo ufano inventando historias para los niños - desde la terraza acristalada Sol no dejaba de sonreír pensando en Pablo, y eso, a Luz, la encandilaba.
- Le encanta a él, sí, y a ellos ni te cuento. Lo malo es cuando nos vamos, que durante unos días están alterados pidiendo cuentos e historias como las del abuelo.
- Aún recuerdo alguna de las que inventaba para ti. ¿Te acuerdas tú?
- Pues claro Sol, cómo olvidarlas ... - cuelga Luz la mirada en el pasado - a veces tengo que pararme a pensar que estabas allí sin estarlo, porque, no me preguntes porqué, me resulta demasiado lógico que estuvieras.

Se nubla entre ellas algo el aire por lo inexplicable, pero rápidamente es Luz la que, buena entendedora de los silencios de Sol, encarrila nuevamente la conversación:

- Quizás porque te pareces demasiado a mi abuela ¡¡¡jajajajajaajajajjaa!!!!
- ¡Oye! No me digas eso!!! ¡¡¡jajajaajajajaja!!!
- Es verdad, no sé porqué pero te pareces a la abuela y a papá, y si lo piensa fríamente... pues no, no os parecéis, pero es que si os siento sí, sí que os parecéis ... ¡¡es que es la repera!!

Se rían ambas mujeres sin intentar, a estas alturas, explicarse nada, ya se han entendido más que de sobra.

- Pero vendrá Enzo a comer ¿verdad? - la inquieta madre que es Sol no puede evitar mostrar cierto temor a la ausencia de su único hijo, ese que creyó nunca tendría y la vida decidió regalarle ya añosa.
- Claro que sí, Sol, vendrá, ya lo creo que vendrá -Luz sabía que vendría sí o sí, especialmente este día en que Pablo le había exigido su presencia precisamente por ser indispensable como testigo de lo que pretendía hacer- Si vinimos antes para sorprenderos con un picnic en la playa.
- Pues mira, me gusta la sorpresa, porque íbamos a ir a bañarnos tras el acantilado ... no, no me mires así Luz, somos mayores pero no tanto ... eso, que íbamos a ir a bañarnos pero creo que está demasiado fría el agua para tu padre hoy, que ha estado tosiendo esta noche. Mejor que no se meta en el mar hoy, que ya sabes que entra pero nunca se sabe cuando va a salir.


(continuará)
Algún día, en la vida© EarthSea&Fire 2007

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