TE LO PEDÍ
Cambié los vapores de romero de la ducha por la canela que desprendían las velas en la habitación.
Frente a mí, tu espalda, mirando por la ventana, tú.
Y tu voz, tierna, dulce y firme, esa voz que desconozco y reconozco, me pidió que me tumbara, que tenía algo que dibujarme en la espalda, que habías entrado por mi ventana sólo para eso.
Así lo hice, así deseaba hacer. Desmayé temblorosa mi cuerpo sobre la cama, esperando impaciente tus manos en mi espalda, sobrecogiéndome el ruido atronador de mi corazón cuando, según lo anunciado, dibujaste sobre mi piel lo que querías decirme:
- Primero, que estabas nervioso, por eso mi corazón atronaba, y mi cabeza azoraba mi carne haciéndola temblar.
- Tras unos minutos, tus dedos me contaron que empezabas a relajarte, por eso mi cuello comenzó a aflojarse y los ojos se cerraron dejándose llevar.
- Después, que te gustaba mi calor, por eso mi espalda comenzó a pertenecerte más a ti que a mí, ávida de crecerse al encontrarse con tu calor.
- Justo entonces, dibujaste que estabas en tus dominios, por eso desaparecieron el miedo, la vergüenza y el pudor.
- Luego, que deseabas traspasar esa espalda y hundirte dentro de mí, por eso mi cuerpo quiso girarse y atarse a tu cintura.
Y por eso, mi voz habló: “Hazme el amor”.
“Así será” dijo tu voz “no te muevas”
Me hiciste con tus besos un traje a medida, mediste con tus manos, con tus labios, y tu lengua fue la aguja que enhebró el hilo de tu saliva por un cuerpo que vestías de desnudo. Disimuladamente pero firme, empujaban tus manos la sábana sustituyéndola tus labios y tu dedos, y no me sentí desvestida. Cada poro de mi piel te recibió hambriento, ansiando tu presencia todos al tiempo, sufriendo porque tu visita era de uno en uno, con calma, haciéndote esperar, celándose de ese tiempo de más dedicado al interior de las rodillas o de las muñecas, pataleando los poros del vientre y hasta las tripas, por los arrumacos que prodigabas en el cuello o en la nuca, ansiando desbocados los del interior de los muslos, porque jugabas entretenido con esos poros algo más oscuros de los pechos, reforzando las costuras del desnudo que tejías para que no se rompieran nunca, para que nunca más se vistiera.
En pie de guerra se manifestaron exigiendo más de ti, gritándome muy alto, ensordeciéndome el cerebro, nublándome la vista con el humo de las bengalas que lanzaron, doliéndome todos y cada uno de ellos, queriendo sentirte todos ... y yo te miré.
No recuerdo que mi voz haya dicho nada, pero es que tú sabes leer en mis ojos, así que atendiste a mi ruego y cubriste todos mis poros con los tuyos, fundiste tus temperaturas con las mías, sorprendiéndote el fuego que se había ido encendiendo, ardiéndome a tí, ardiéndote a mi.
Toda tuya, todo mío, en una continuidad de piel caliente que derretía los adentros. Tus muslos encontrados con mis muslos, tu pecho sintiendo mis pechos, tus brazos pegados a mis brazos, tus piernas enlazadas con mis piernas, comiéndose los poros y los pelos más allá de los músculos y de dónde les llevaba la sed ansiosa de unir los besos. Mirando tus ojos desee tocarte con mis entrañas, y te hundiste entre mis muslos, lento. Porque leías mis ojos.
Lento. Escondiéndote en mí.
Lento. Refugiándote en mis pliegues hasta las caderas, mostrándole la cara oculta de tus huesos a mis entrañas.
Lento. Ocultándote allí de los mundos imaginarios que rodeaban la realidad en la que sólo existía este deseo.
Lento. Cubriéndote hasta los hombros, cada embite entrabas más de ti, dentro.
Lento. Cerrando los ojos cuando los míos te contaron que nuestro mundo, este que estaba encerrado entre nuestros cuerpos, explotaría en cualquier momento.
Lento. Cuando clavados tus ojos y mis ojos, sin que la frontera marcada por nuestros poros, calores y pellejos dejara escapar un sólo ápice de esta única realidad, reventaron todas las venas del cuerpo.
Lento. Mirando y dejándome mirar en el momento en el que se fundían mis huesos con tus huesos, mis tripas con tus tripas, cegándose nuestros ojos, pero mirándote por fuera, por dentro y desde dentro.
Lento. Leyendo en mis ojos con tus ojos abiertos, que seguíamos juntos huyendo en esta oscuridad incendiaria que nos acogía como a uno sólo en ese vértigo.
Glauka
Etiquetas: A CAMBIO DE LA INMORTALIDAD SIRENAICA
3 Comments:
Mirando tus ojos desee tocarte con mis entrañas, y te hundiste entre mis muslos, lento. Porque leías mis ojos."
Me quedaré con esa frase, con esa imagen, con esa sensacion...
Descripción de amor maravillosa
Muy bonito, me ha gustado mucho
Un saludo cariñoso
Pepe
Mmmm que texto más sensual,sugerente...Precioso.Un besito
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