POSTERGANDO EL ATERRIZAJE

Me levanto con cierto mareo. No sé como definirlo, es un vértigo poco grato que me ronda desde hace unos días, va y viene ya lo sé, pero se me está haciendo demasiado evidente ahora que dibujas tus pasos por tierra firme desde el día que te caíste de la nube más alta.
El pensamiento es lento, mira que se entrega a la risa fácil y hasta te busco las cosquillas a ver si tu risa, esa tan contagiosa, despierta a la mía, pero se arrastra la voz casi por detrás de las ganas de verte reir y así, no hay manera.
No me sale la voz casi. Bastaba con un abrazo, pero ya ves, aguanto el tipo sin conseguir, como otras veces, que tus palabras me mezan entres tus brazos. Quizás sea que a mí no me llame nada desde la tierra de la que me sacaste: a fuerza de soplidos huracanados conseguiste despegar mis pies del suelo y, obligándome a surcar las nubes, sentir la fuerza del viento en mi piel, disfrutar de verlo todo pequeñito, a lo lejos, muy lejos.
Ahora es posible que no quiera volver pese a saber que he de volver. Yo no tengo nada que me espere allí abajo, y aquí arriba, se está casi como en el mar, no lo sabía, pero no sé si "gracias a ti "o "por tu culpa", ahora lo sé. Puntualizo: había conseguido olvidarlo y tú me has obligado a vivirlo otra vez, para que no fuera un simple ejercicio de memoria de esos que puedes controlar y meter en un cajón bajo siete llaves porque, son tan viejecitos los recuerdos, que ni fuerzas tienen para llevarte la contraria. Por eso no quería volar, porque sabía que sin pista de aterrizaje esperándome, no iba a ser fácil el regreso, que yo no tengo aeropuerto con su pista llena de rayas blancas haciendo de reclamo, no, lo mío es el campo a través, con su tierra llena de árboles, montañas, baches y socavones, y claro, tomar tierra es bastante accidentado, alguna que otra magulladura me llevaré de recuerdo. Además de que no habrá nadie esperándome, ni bonitas azafatas, ni amigos, ni nadie. Nada. Ya digo: campo a través. Vacío. Desolado. Sin más.
No entendías cuando mostraba mis reticencias, no entendías porqué no quería dar un paseo por las nubes, un vajecito sin mayores consecuencias, se despega, se vuela y se regresa. No contabas tú con que la vuelta fuera por parada de motores como te sucedió, pero sí que sabías que regresarías porque eres de tierra, aficionado al parapente y a la aviación sí, pero de tierra. No comprendías que yo no quisiera desplegar las alas y comprobar que también podía volar. Es posible que sigas sin entenderlo, si bien ahora has visto las luces rojas en la oscuridad que te indican el camino de vuelta a ti, y sin embargo no has visto en todo lo que ha durado la aventura aérea tililar ni una mísera lucecita roja que me indicara el camino de vuelta a mí: te lo dije y lo vuelvo a repetir: el campo a través carece de balizas de posición. Está lleno de socavones, de montículos, de problemas para los frenos, de posibilidades de estrellarse contra lo que sea, y encima, está oscuro, muy oscuro ahí abajo.
Asique me quedo aquí a regañadientes porque sé que tendré que bajar y pegarme el piñazo correspondiente, y me resisto, y me duelen los huesos incluso antes de partírmelos contra las rocas, y se me revuelve el estómago incluso antes de tomar tierra, y tengo miedo, mucho miedo, a la solitaria oscuridad en que sé aterrizaré, viendo a lo lejos, tu contorno bien iluminado por tus balizas, caminando con paso firme, levantando la vista hacia el cielo de vez en cuando, soñando con volar de nuevo. Como todo ángel caído.

Postergando el aterrizaje © Glauka 2007