Muy cerca

Pasas tu mano por mi pelo, con At swim de fondo justo cuando se hizo el silencio, que bien que hemos estado peleándonos por hablar toda la santa tarde. Costaron los primeros segundos de mirarnos a los ojos, pero rápidamente salimos con cualquier cosa y, con la misma rapidez, comprendiste que así tenía que ser, que como nos quedáramos mirándonos embobaríamos y no, no podíamos embobar, había que aprovechar el tiempo.
Pero después comer juntos, de repetir todo lo que ya nos habíamos dicho pero esta vez con voz y manos y gestos y cuerpo, con unos ojos enfrente, con una sonrisa al fondo, después de mirar fotos de hace mil años, de fracasar intentando compartir lo que viví en todos esos sitios visitados cuando tú no existías tan siquiera, después de escucharte contar atropellado los mil y un sinsabores de tu trabajo y la satisfacción desparramarse por tus ojos al hablar de solucionarlos, después de todas las risas, que fueron muchas, vaya que sí...llegaron las confidencias con su intimidad, y si bien oliste mi estado de alerta inicial, también dejaste de olerlo a medida que asomaba el hocico en la conversación de nuevo esa confianza que se había enrocado cobardemente, a la misma velocidad que comprendía que no me abrazarías aunque te murieras de ganas de hacerlo, precisamente para que la intimidad no se rompiera. Sí, a veces un abrazo puede alejar por extraño que parezca.
Pero pasas la mano por mi pelo cuando las lágrimas brillan silenciosas bajo los párpados, sin estruendo, anegando tus lacrimales también. Sin levantar la mirada recuerdo la primera vez que escuché esta canción contigo y sé lo que estás pensando porque yo también lo pienso. Y me quedo quieta. Y tú estás quieto. Sólo tu mano pasea tranquila por mi pelo, deteniéndose a ratos, rozando la piel de mi cuello en ocasiones para volver a detenerse. En silencio.
Y no pasa nada.
No se hunde el mundo.
No sale al galope el corazón desbocado por la boca disfrazado de tropel de palabras como era previsible sucedería en caso de que sucediera esto.
La canción se expande y todo tiene sentido.
Te sorprendo acomodándome en tu regazo.
Debo sorprenderte aún más cuando mis manos se abrazan a tu pecho, cerrando los ojos.
Y la música continúa.
Y por fin, callamos. Ya hemos dicho todas las palabras que había que decir, puede que incluso alguna más.
Suena la siguiente canción mientras sueño que duermo contigo, mientras tus manos acarician mis hombros, mientras te huelo pegado a mi nariz, mientras tu calor se funde con mis manos y todo está en su lugar exacto en el mundo.
Y llega otra canción más a espiarnos y tu mano acaricia mi cara después de apartar mi pelo del cuello para volver a posarse en él y quedarse quieto, en tanto que la otra mano me ha apretado por los hombros acercándome más a ese calor que sólo viniendo de ti puede ser tan mío como para no alterarme.
Me buscan tus ojos, lo sé. Y no les respondo con los míos porque no quiero que esto se acabe, porque sé que si te miro me besarás y te besaré y con toda seguridad las ganas acumuladas en todos estos meses exigirán furiosas ser satisfechas y no es eso lo que quiero. No, no es eso, quien me lo iba a decir en uno de esos arrebatos en los que hubiera dado la vida por tus labios sobre los míos y tu cuerpo tan cerca como lo tengo ahora.
Asi llega la siguiente canción a acompañarnos y son tus manos las que cogiéndome ambas mejillas consiguen que mis ojos miren a los tuyos, Rozas mis labios con tus labios y vuelves a mirarme durante los tres segundos que no podré olvidar jamás antes de abrazarme contra ti. Y así seguimos, con nuestras manos acariciando la piel del otro con la pereza que da la necesidad de no olvidar ese pedazo de piel nunca. Ya tenemos entre nuestras manos todo el futuro que nos espera, no hay más.
Te busco a tientas, paso mis dedos por tus labios, te miro, busco tus ojos y me besas con una dulzura que no podía imaginar siquiera hace unos meses hasta que consigo volver a mirarte y descubrir que tus ojos están casi tan húmedos como los míos.

Muy cerca © Glauka 2007