CARNAVALEANDO
Aquello de ser un capo de la mafia tenía su intríngulis. No había sido una casualidad que eligiera precisamente ese disfraz, eso de ser hombre tenía su punto, indudablemente, pero aún más ser un viril varón de los años veinte, con porte de hombre que lo tiene todo bajo control.
Con lo que no había contado era con aquella enfermera. Ni se le había pasado por la cabeza que una enfermera pechugona le dedicara sus más tórridas miradas, se contoneara para ella o para el capo de la mafia que era entonces, ni mucho menos que el juego de ligoteo que se habían montado el capo de la mafia y la enfermera fuera a desembocar en un ligoteo sin juego alguno entre ella y él.
Los movimientos exageradamente femeninos que hacía aquella enfermera dentro de la cual sabía que había un hombre de los de carne y hueso, le hicieron gracia desde el primer momento, y reaccionó como ella sabe que hacen los capos de la mafia, que para eso era uno de ellos esta noche: con cierto desprecio y desdén. Quizás ella hubiera reaccionado así siendo ella misma frente a la enfermera, de haber sido él mismo ella también, no sé.
Pero el ron, la música atronadora, la vorágine del carnaval y el desparpajo de la enfermera, terminaron por conquistar al mafioso, tirándole de la corbata consiguieron sacarle más de una sonrisa y más de un baile, y cuando se quiso dar cuenta estaba totalmente inmersa en su papel de capo conquistador, que, como Sandra bien sabía, es siempre conquistado por aquella mujer que pretenda conquistar. Asique jugó a conquistar a la enfermera, aún sabiendo que la enfermera pretendía conquistarle a ella que para eso era mujer, pero sabiendo que Al, nombre que dijo la enfermera tener cuando ya el acercamiento fue dando sus frutos, estaba esperando que Sandra le conquistara, aunque por esta noche Sandra fuera un mafioso italiano de los barrios bajos de Nueva York.
Pidió la que sería su última copa en la barra del bar. Unas manos a cada lado de su cuerpo se apoyaron en la barra, sin rozarlo siquiera, y la intuida presencia de la enfermera a sus espaldas le erizó la piel. Saber de su proximidad le encendía el vientre pese a que no rozara siquiera su chaqueta. No había terminado de servir las copas el camarero cuando un espeso aire le acarició la nuca lentamente, posando en su oído unas palabras que le aceleraron los pulsos al contarle que Al nunca había besado a un hombre, y menos con bigote. La vista demasiado nublada y las neuronas demasiado entretenidas con el ron como para que Sandra no perdiera la compostura de cintura para abajo, tras recoger lo que aquel aliento espeso había dejado caer junto a su oído. Respiró hondo y se dio media vuelta anhelando tropezar de frente con aquel aliento que había caldeado su vientre, pero aquella enfermera alejó el cuerpo dejando un espacio entre ellos que a Sandra, ahora mismo, no le hacía ninguna falta.
Bailaron un rato más, digamos que lo que dio tiempo a bailar en tanto tomaban media copa más para disimular lo que realmente interesaba hacer, que no era otra cosa que llevar ella, en sus pantalones de mafioso, todo el peso de aquello de bailar agarrado, juntando sus cuerpos pero sin que se notara; Al, contonearse colgado por la cintura de aquellos brazos femeninos, dejando caer de vez en cuando su barbilla en los hombros de aquella chaqueta sastre mil rayas, para que desde allí, una voz masculina impensable en una enfermera, siguiera estremeciendo a la mujer que ocultaba aquel bigote que tanto le apetecía comerse.
Sandra lo supo, supo que Al besaría mafioso de un momento a otro sin importarle el bigote que escondía y protegía a Sandra, y supo entonces que deseaba probar a qué sabe el carmín rojo chanel de aquella boca.
Con todo el poder que otorga ser un capo de la mafia separó aquella inocente falda blanca que hacía un rato compartía ganas con sus pantalones, miró aquellos ojos encendidos con la brasa que quemaba en los suyos, le cogió de la mano y, sin mediar palabra, le arrastró fuera del local.
No había casi ni pisado el empedrado de la calle la enfermera cuando probó lo que es besar a un hombre con bigote, ya que Sandra no pudo aguantar por más tiempo las ganas de comerse su barra de labios. Un beso profundo, fuerte, salvaje, dejando que, Al ya, ciñera fuertemente su cintura, aplastando su pantalón con todas las ganas que tenía de ella, o de él. Le empujó contra aquella puerta entreabierta de madera, sujetando ambas muñecas de Al entre sus manos y la puerta en tanto ella desdibujaba enérgicamente todo el carmín de aquellos labios carnosos; cuando le quedó claro a Al que Sandra haría lo que quisiera hacer, Sandra, sintiéndose extrañamente masculina, acarició el muslo de Al bajo la falda, acercándose por el interior de sus piernas sólo a las inmediaciones de su sexo, alejándose cuando Al gritaba dentro de su boca que siguiera, encontrando, con la yema de sus dedos, la goma de una media bajo la cual le apetecía meterlos, humedeciéndose mientras lo hacía, como se humedecería ella misma de ser el mafioso quien tocara sus piernas bajo el elástico de sus medias.
Se comió todo el carmín con furia, y le gustó el sabor del rojo chanel bañado en ron, especialmente porque aquella lengua caliente era un caramelo cálido y juguetón que enviciaba; sin duda recorría aquella boca con hambre atrasada, o con el poderío que le había regalado aquel mafioso que le había prestado el traje por una noche, pero sus labios ordenaban el camino a seguir, besaba ella, comía ella, imponía un ritmo delirante en aquello del besar, ella.
El tuvo un intento fugaz de tomar las riendas de la situación. “Ni te muevas” dijeron los gestos de Sandra consiguiendo intimidarle, tal vez porque hoy él era una enfermera, y se dejó hacer.
No sé si fue Sandra o el mafioso quien, con cierta brusquedad, fruto de la avidez que sentía bajo el cinturón, desabrochó aquellos botones que aprisionaban un par de pechos turgentemente falsos: fuere quien fuere, los acarició como si no lo fueran, tal vez acariciando sólo el encaje de aquel hermoso sujetador que los aprisionaba y que prefirió no pensar de quién sería. Doblegó la resistencia que oponía la goma entre sus dedos, lentamente, creyendo que eran sus pezones los rozados, su piel la que sentía la cercanía de unas manos y su cuerpo el que disfrutaba de aquel placer que ella sabía que daban sus caricias … sus pechos, los que Sandra había escondido, crecieron, desafiando la venda que los aprisionaba por aquello de que los capos mafiosos no tienen pechos, sintió la urgencia de sus pezones apretados por aquel vendaje y el dolor que sufrían ante la tensión que creaban al crecer bajo aquella cárcel que los retenía.
Tiró con fuerza de los tirantes que sujetaban los pechos plásticos que, al ser acariciados enardecieron los pechos carnosos de Sandra, casi los arrancó, para dejar al descubierto el pecho de un hombre, para acariciar aquellos diminutos pezones que ya le urgía ver, mimar, lamer. Con ambas manos los besó, con sus mejillas los acarició, con sus labios los tocó, dejando que la temperatura de aquel cuerpo ocupara su cabeza mientras descendía por aquel torso hacia el vientre, dejándose olvidadas las manos en los pezones de Al. No quiso bajarle la falda, como él probablemente pretendiera cuando acercó sus manos a la cremallera lateral; dibujó con la lengua y los labios surcos en los que abandonar estrellas entre aquel vientre y las caderas, aquella piel suave de las ingles masculinas que tanto le gustaba reconocer con su boca, y supo que iba a saber qué ocurre bajo una falda cuando ella pierde la consciencia mientras se la quieren comer entera. Sin tardar mucho se escondió de la vista de la enfermera bajo su falda, ya allí le sobraba ropa para encontrarse con Al, que era con quien quería estar entonces, a solas. Allí estaba lo que podía conocer de Al, henchido, oscuro, suplicando por encontrarse con ella también. Acarició sus testículos levemente mientras sus labios saludaban, dejó que su lengua visitara a Al, le invitó a entrar en su boca y reconocerla entera, acariciándole con el paladar también, mientras sus manos tiraban muy suavemente de sus testículos una y otra vez. Tropezó su lengua con el borde de aquella cálida carne rebosante, que se le antojó entonces una corona, deteniéndose allí, sin acariciar. Sólo estando allí conseguía que la enfermera gimiera y se doblara de placer, asique siguió un rato olvidando besos en aquella corona a media asta que llevaba Al, recorriéndola sólo con la punta de la lengua, descubriendo los nervios que cruzaban aquel trozo de piel arrugada con los laterales de su lengua, con el interior de sus labios, con el aire de sus pulmones, casi como sin querer.
Al empezó a tener prisa y ponerse exigente, quería ya la boca de Sandra a su alrededor, y Sandra, si bien disfrutaba con esta agonía de lentas caricias que aturdían a Al, también deseaba sentirle dentro de ella, por lo que le dejó entrar en su boca de un solo bocado, pillando tan de sorpresa a Al, que lanzó un gemido angustioso empapado de ese calor que amenazaba con reventarle en la boca a Sandra.
Al levantó las faldas de enfermera que sólo le permitían sentir sin ver lo que bajo ellas sucedía, puso en pie al mafioso que escondía a Sandra sin darle tiempo a oponerse, le retiró la chaqueta, abrió la camisa blanca de un solo tirón y besó los labios que había descubierto el bigote al caerse, con toda la fuerza que le pedía el cuerpo. Sandra ya sólo quería ser Sandra entre aquellos brazos y junto a aquel pecho de hombre desnudo, no se resistió cuando Al dió con el cabo de la venda y la hizo dar un par de vueltas desenroscándola, hasta soltó una carcajada imaginando su mirada sorprendida cuando descubriera sus generosos pechos hasta ahora ignorados por él … infinitamente mejor que la mirada imaginada fue la mirada real de Al, acariciante, deseante, codiciosa, hambrienta, acompañada de unas manos que recogieron los pechos descubiertos que se adueñaron de la mirada de Al, pasándole, aquella mirada, el dedo pulgar por la punta de los pezones una sola vez ,sin conseguir despegar sus ojos de ellos más que al oír un sollozo tras ese roce que, sin duda alguna, venía de la boca de Sandra. Al miró sus ojos, entró en sus ojos, abrasaba sus ojos con sus ojos mientras seguía acariciando sus pechos, con una delicadeza extremadamente brutal que derretía las entrañas de Sandra, y éstas, acuosas, salían desesperadas intentando inútilmente apagar el infierno que se desataba entre sus piernas, o resbalando por su piel entera escondidas en pequeñas gotas de sudor que intentaban, inútilmente, calmar la fiebre que se había apoderado de ella.
Arrastró sus pies por el suelo siguiendo a Al en su caminar de espaldas, no la llevaba Al, no, sólo tenía sus pechos en sus manos, pero aquel dulce suplicio era suficiente para seguirle a donde él quisiera llevarla. Al se sentó en el primer escalón con que tropezaron sus pies, llevándose sus manos durante los escasos segundos que tardó en quitarse de en medio lo que quedaba del mafioso precipitadamente, para quedarse ya a solas con Sandra. Ella no le dejó ni mirarla ni acariciarla ni acercar sus labios, ya sin carmín, a sus piernas; aprovechó para sentarse sobre Al cuando él le abrió las piernas con decisión, deseando hundir sus manos en aquella adivinada humedad. No le dio tiempo a cumplir sus intenciones porque Sandra le cabalgó, le clavó las uñas en la espalda con el ímpetu que deseaba se clavada por él, le abrazó la cara con sus pechos mientras suspiraba o gemía o jadeaba acelerando el ritmo de su roces, de las embestidas que a él no le daba tiempo a dar. Subía y bajaba al tiempo que acercaba más y más su vientre al de Al, queriendo desgastarse contra él, queriendo ser devorada por aquella boca que engullía sus pechos y tragárselo a él entre sus piernas. Violentamente se atravesaban con las manos y los brazos y los costados, en busca de la fuente de aquel olor embriagador que les emborrachaba la razón y les obligaba a cambiar las caricias por rabiosos roces y restregones frenéticos.
Furibundamente y mezclando sus aires a golpe de ahogados gritos, eliminaron de la noche a la enfermera y el mafioso para gozar solamente ellos.
©Glauka-2006 Carnavaleando
©Glauka-2006 Carnavaleando
Etiquetas: A CAMBIO DE LA INMORTALIDAD SIRENAICA
16 Comments:
Entretenida historia, sirena
Saludos marineros
uhmmm... como siempre cuando te pones, te pones y lo consigues. engalanas el relato sexual de tal manera q aun resulta mas excitante aunque he de reconocer que pelin de pereza me dió al principio cuando vi toda la parrafada.. jejeje pero al final, merece la pena.
besotes sirena.
UFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF
VAYA PASADAAAAAAAAAAAAAAAAAA
un saludo.
Yo soy tan chula que te leo el viernes y me voy sin comentar...en fin...hay cabezas que no dan para más, estoy empezando a resignarme a mí misma. Espero que tú también, jajajajaja.
Bueno, como siempre muy interesante, muy trabajado y muy sensual. Esta noche me voy a vestir yo de carpintero, hombre, a ver si pongo unos clavitos...
Un besote, que te ha quedado muy bien, muy bien y muy bien. Aplauso con BRAVO! incluído
que tal!!!!! me gusta eso de los disfraces, de ser lo que no se es...y luego dejarlo al descubierto, tan desacaradamente como los pezones de sandra.....mmm
me recordo aquella escena de "belle eqpoque" en que adriana gil (vestida de general) y eduardo noriega, creo (vestido de enfermera pechugona) hacen el amor despues de bailar, beber, y de que el general la defendiera de otro tipo ebrio.....muy bueno.
un abrazo, hasta pronto sirenita!!!!
No soy amigo de disfraces pero BRAAAAAAAAAAVO, si señor, eso si que es una historia y eso si que es estilazo (coño)... lo siento, es que si no digo un taco me quedo como si mi entusiasmo no fuese el que es.
Muy bien, muy bien...
Uhmsss excitante relato carnavalero....(yo también estoy muy liada en la ofi ultimamente y con poco tiempo de leer blogs,pero bueno,aqui estamos :D,besotes!
ufff
creo que no debería leer estas cosas en la oficina
me ha gustado mucho
Como ya te dije, me parece un texto fantástico y me encanta el juego que describes de disfraces y personalidades. Exige concentración sí, pero sólo para recrearse en su belleza.
Maravilloso.
Saludos.
Me ha encantado... es curioso como a cualquier hombre le encantaría una experiencia así... nunca te has preguntado por qué tantos hombres aprovechan el carnaval para vestirse con tacones?
¡¡IMPRESIONANTE!!
Una deliciosa y excitante mezcla entre la fuerza del deseo y la magia de sentirse otro bajo la piel de una identidad fugaz.
Mis más sinceras felicitaciones Glauka, de verdad :)
Hola. Bonito y sensual relato, jugando con los equívocos propios de carnaval... A mí me ha excitado, que creo que es el mejor piropo que se puede hacer a un relato así. Un beso.
Sin duda SIRENA VARADA es una de las mejores canciones de héroes del silencio
Por cierto, he olvidador felicitarte por este post... bueno, realmente bueno.
ESTO DE HABLAR DE SEXO TIENE ACEPTACIÓN ... si es que lo que más interesa en este blog es Porqué una sirena decide perder su inmortalidad jajajajajaja!!!!
Pero esta vez lo puse algo más difícil, exigí concentración, como bien percibió AVATAR, como parte del juego. Habéis jugado, espero que hayáis ganado todos, el premio gordo era un minicalentón ;), de momento sé que el lendakari se lo ha llevado.
Me he divertido jugando a haceros jugar, espero que me perdonéis, pero yo me lo he pasado muy bien. Me gustaría que además, el juego descrito, apetezca también ha más de uno, que tiene su punto, y jugéis.
Aayss tercer intento de publicar el comentario....para una vez que tengo tiempo en el curro jejeje, bueno como siempre llego de los ultimos pero disfruto leyendo como el primero, me ha encando el relato, interesante cambio de papeles, parecia que estaba viviendo las imagenes en mi cabeza.
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