MAÑANA DESAYUNARÉ CONTIGO
Día duro de trabajo rodeada de hombretones. Intercambio dos besos de buenas noches, de madrugada ya, en el hall del hotel con el hombre que ocupa mi móvil un par de horas diarias mínimo y mi cabeza unas cuantas más desde hace ya seis meses: "mañana desayunaré contigo" susurra en mi oído. Escalofríos me dan al entrar en mi habitación, sabiendo que él está una planta más arriba. Suena el móvil, hora y media de charla intranscendentemente transcendente, calor humano a través del teléfono que no se ha vestido de sexo jamás. He viajado por toda España junto a él, muy cerca sus labios de mi cuello siempre, con ese manos libres que ha instalado en el coche sólo para tenerme cerca y contarme cómo le gustan mis desplantes, mi lengua afilada, mi genio. Para deleitarse también cuando tiene sólo para él mi ternura o mi inocencia. También él me acompañaba a mí en mis viajes, compartiendo las calles que yo pisaba o el frío que sentía en mis huesos, porque él me los pedía acompañándome al móvil. Y de nuevo hablamos esta noche, por primera vez estamos juntos en la cama, en habitaciones separadas, eso sí. Sonrisas, risas y entendimiento, bromas, complicidades e intimidad a raudales. Tiene que agradecer a Movistar que le envíe esas facturas que le tienen que estar convirtiendo en cliente VIP, dice, y a la tecnología le va a poner un monumento, sin ella no me tendría en su vida "Voy a desayunar contigo mañana ... faltan unas horas nada más ya".
Cuelgo el teléfono abrigada por ese beso dulce que me ha dado bajando la voz. “Un beso princesa, soñaré contigo”. Intento que el sueño se lleve todas las dudas que siembran las palabras cálidas que esos ojos negros me dicen un día sí y otro también hasta hacerme suya y siendo sólo mías. Es inútil porque, sin haberlo conseguido, suena el móvil dos horas antes de lo previsto por todos los participantes en la reunión de trabajo para desayunar: "Tienes 15 minutos para bajar a desayunar conmigo o subo yo ahí con el desayuno".
Y bajé.
Y desayunamos perdiéndonos en el brillo de nuestros ojos. Se me resistió el zumo de naranja, empeñado como estaba en delatar el temblor de mis manos, así que se quedó a medias. La rosa fue a parar a la mesa de al lado antes de terminar el croasant, pero la lotería de la ONCE que él había comprado para mi cumpleaños y que nos iba a llevar a Vietnam, esa se repartió uniéndonos de la que firmábamos el documento de reparto del premio por la mitad.
No follamos nunca, que es la pregunta de siempre. Ni siquiera nos besamos.
Al menos nuestros labios no se juntaron jamás, pero juraría que algo más grave hubo. Aún recuerdo el tacto de sus palabras. Aún recuerdo las caricias de sus labios a través del móvil. Aún recuerdo, sí, que jugábamos a querernos como si nos quisiéramos ya desde hace tiempo, en silencio. Y a veces a creerlo.
Yo no tenía valor para nada más.
Cuando la adicción mostró su cara menos amable tras apariciones a la hora de comer en la puerta de mi trabajo viviendo como vivía a cinco horas largas de coche, me asusté lo suficiente para no atender sus llamadas, pese a que estaba en la cama de un hospital colgado, pese a que me necesitaba al otro lado del móvil más que nunca, pese a que se escribiera su número una y mil veces en la pantalla de mi teléfono. Porque yo también sentía la abstinencia, pero soy experta en resistir y aquel dolor en las entrañas que me incitaba a atender sus llamadas no pudo conmigo.
Hace unos minutos, alguien dijo que cuando un hombre dice que quiere desayunar contigo, es que quiere follar. No sé porqué, pero me he sonreído escuchando de pronto a mi memoria decirme con su acento catalán madrileñizado “Mañana desayunaré contigo”. Me pellizcó el corazón esta memoria mía cuando, disfrazándose con esa voz que no he vuelto a escuchar repitió "Tienes 15 minutos para bajar a desayunar conmigo o subo yo ahí con el desayuno".
Jamás intentó besarme siquiera.
No he dicho aún que estaba casado.
Glauka
Cuelgo el teléfono abrigada por ese beso dulce que me ha dado bajando la voz. “Un beso princesa, soñaré contigo”. Intento que el sueño se lleve todas las dudas que siembran las palabras cálidas que esos ojos negros me dicen un día sí y otro también hasta hacerme suya y siendo sólo mías. Es inútil porque, sin haberlo conseguido, suena el móvil dos horas antes de lo previsto por todos los participantes en la reunión de trabajo para desayunar: "Tienes 15 minutos para bajar a desayunar conmigo o subo yo ahí con el desayuno".
Y bajé.
Y desayunamos perdiéndonos en el brillo de nuestros ojos. Se me resistió el zumo de naranja, empeñado como estaba en delatar el temblor de mis manos, así que se quedó a medias. La rosa fue a parar a la mesa de al lado antes de terminar el croasant, pero la lotería de la ONCE que él había comprado para mi cumpleaños y que nos iba a llevar a Vietnam, esa se repartió uniéndonos de la que firmábamos el documento de reparto del premio por la mitad.
No follamos nunca, que es la pregunta de siempre. Ni siquiera nos besamos.
Al menos nuestros labios no se juntaron jamás, pero juraría que algo más grave hubo. Aún recuerdo el tacto de sus palabras. Aún recuerdo las caricias de sus labios a través del móvil. Aún recuerdo, sí, que jugábamos a querernos como si nos quisiéramos ya desde hace tiempo, en silencio. Y a veces a creerlo.
Yo no tenía valor para nada más.
Cuando la adicción mostró su cara menos amable tras apariciones a la hora de comer en la puerta de mi trabajo viviendo como vivía a cinco horas largas de coche, me asusté lo suficiente para no atender sus llamadas, pese a que estaba en la cama de un hospital colgado, pese a que me necesitaba al otro lado del móvil más que nunca, pese a que se escribiera su número una y mil veces en la pantalla de mi teléfono. Porque yo también sentía la abstinencia, pero soy experta en resistir y aquel dolor en las entrañas que me incitaba a atender sus llamadas no pudo conmigo.
Hace unos minutos, alguien dijo que cuando un hombre dice que quiere desayunar contigo, es que quiere follar. No sé porqué, pero me he sonreído escuchando de pronto a mi memoria decirme con su acento catalán madrileñizado “Mañana desayunaré contigo”. Me pellizcó el corazón esta memoria mía cuando, disfrazándose con esa voz que no he vuelto a escuchar repitió "Tienes 15 minutos para bajar a desayunar conmigo o subo yo ahí con el desayuno".
Jamás intentó besarme siquiera.
No he dicho aún que estaba casado.
Glauka
9 Comments:
Nos has contado la parte bonita de la historia, cuánto os queríais los dos, cómo estábais de "colgados" el uno del otro... no nos has contado la parte triste: por qué terminó la relación, y si tuvo algo que ver el que él estuviera casado...
Cuando tuvo aquel accidente y viví la necesidad imperiosa en sus llamadas pese a que su esposa estuviera junto a él en aquel hospital, me dí cuenta de que aquello no era un juego sin importancia. Digamos que me paré a pensar. Tal vez, sólo tal vez, cubríamos carencias recíprocamene de afecto, de ser descubiertos por unos ojos de nuevo, de tener alguien a quien contar, impresionar, que te tenga en cuenta de nuevo. Y tomé una decisión, como ves. No fue una infidelidad tal y como la gente las entiende, no hubo sexo ni en palabras, que ya es decir, sin embargo, fue una infidelidad emocional muy fuerte.
Quédate con lo bueno, con lo bien que te sentías siendo importante, escuchando palabras que te elevaban del suelo, dejándote engañar.
Es un juego peligroso, un juego en el que nadie gana, todos pierden, todo queda en el aire, pero es un juego que alguna vez en la vida, aunque sea sólo una, es interesante jugar para salir de la sucia rutina.
Lo malo de las infidelidades emocionales es que no sabes cuándo acaban. Un polvo es un polvo, y acaba en la ducha, habitualmente. Si entra en juego la emoción es fácil perderse. Pero fue estupendo mientras duró, a que sí?? pues eso. Hay que dejar que pasen cosas, aunque luego recuperarse nos cueste otro tiempito.
Besos, señora.
esas cosas pasan en forma de espiral oval, en la cual te ves atrapado en un roll de el cual no es facil salir , por que te ahogas como en arenas movedizas, hundiendo cada vez mas tus brazos mientras lo que intentas es salir.en esa situacion lo unico posible es dejarse llevar y sufrir en silencio, silenciar los gritos del sentir y sentir callar los gritos del placer.
la agitacion de tus sentidos es silenciada en terciopelo,el silencio de una conversacion se siente como sorbos de agua en un dia de sed,la mirada clavada en otros ojos es la vista de los sentidos,y el temblor de las manos,que poco a poco se evapora a la par que el perfume hacen de esas situaciones algo especial e irrepetible tan necesario y adictivo como cada uno de nuestros latidos.
besos.
1º - Me ha encantado como has ido desgranando la historia y como la has empapado de esos toques nostalgicos y sugerentes de bellos recuerdos.Me ha gustado mucho leerte.
2º- Tu historia me ha recordado una vieja historia,en la que jamás hubo besos, ni cama, y sin embargo,como tu bien dices también juraria que "algo más grave hubo"...ese temblor de manos que mencionas y que intentas enmascarar,ese sentir no tener valor para nada más...Si,él también estaba casado,yo también,fuimos dos cobardes casados, pero hubo algo más sin haberlo...como en tu historia.
3º Dia de nostalgia, sucedió,si,lo conservamos en el recuerdos,fue bello,nos devolvió un poco de vida,y el tiempo siguió inexorable haciendo su papel,todo se supera ¿verdad? Hasta lo que tanto dolía,eso sólo se aprende con el tiempo...Besos
joder... era un amor platonico?... o quizas ese tipo de personas que sientes que te completan pero que no son para ti y siempre te queda esa sensacion de " y si.. algun dia... "
bueno, hoy no rigo muy bien, me qued aun examen y pocas neuronas...
volveré..
besitos
Caballero de la canoa dice: "dispuesto a perderme en cada una de tus entradas" ... ummmm .... cómo suena esooooooo!!!! ;)
Es broma, gracias por venir de visita todos los fines de semana.
Bridgetmanson, se la echa de menos en su propia casa, que tiene bemoles la cosa ... de esos amores trata, y de carencias que tenemos todos, a ratos, unos ratos más grandes que otros.
A veces se tiene sexo, sin necesidad de yacer con una persona..el lenguaje de las miradas, de las palabras, susurros...Y el móvil puede ser un gran cómplice de estos menesteres, de las caricias a distancia.
Además, ya sabes que desayunar es lo más dificil en una relación..
Disfruta de ese estado..es magnífico.
Besitos
Por fin de vuelta y dispuesto a perderme por cada una de tus entradas, hasta ahora solo he leido esta y la de abajo y como siempre un disfrute para mis ojos. Gracias por venir a verme en mi ausencia y gracias por todo, espero no volver a faltar a mi cita semanal que ya echaba de menos venir por aqui.
Voy a seguir leyendo, besitos.
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