CARTA A MI NIÑA

Siempre he creído que eras una niña. No me digas porqué, pero así te he sentido siempre, a pesar de los dos hijos varones que me auguró aquella bruja a los diecisiete. No te he llegado a imaginar más que tras la mirada de todas las niñas y hasta de algunos niños con los que me he cruzado, quizás porque es en la mirada en lo que se ve la verdad de cualquiera y la de todos los niños tiene la misma inocencia preciosa que tienes tú. Seguro.
Tuve miedo una vez de que vinieras: era demasiado pronto, pensaba entonces y, si te soy sincera, sigo pensando que entonces era demasiado pronto. No es que no te quisiera, no, no es eso, bien sabes que siempre he querido tenerte a mi lado, que siempre he deseado abrazarte, besarte y hasta atarte los cordones de los zapatos. Que te he abrazado en cada abrazo que he dado a todos esos primos míos que me ha tocado cuidar, a los niños que cuidé en mi juventud y a los hijos de mis amigos ... en todos te abrazaba a ti, porque la maternidad siempre ha estado presente emocionando mi vida cuando menos me lo esperaba. Menos mal que te diste cuenta tú también y comprendiste que no era tu momento, quizás adivinando cómo te cerraría las puertas, decidiste esperar.

Después he seguido besando tus mejillas a oscuras, en silencio y sin amargura, con la esperanza de que algún día podría hacerlo mientras durmieras en mis brazos. Quien por aquel entonces tenía todas las papeletas de ser tu padre tenía muchos sueños que hacer realidad y yo no tuve inconveniente alguno, he de decirlo, en guardar en un baúl todas esas caricias tuyas, mi niña, durante mucho tiempo, demasiado quizás. Todo llegaría, y habrías de tener un padre que te quisiera tanto como yo. Un buen día comenzaste a patalearme, a exigir un espacio en mi vientre, pero quien seguía siendo "tu padre" no quería conocerte aún, y de nuevo te hice esperar, te entretuve con disculpas y engañabobos que, a esas alturas, ya sí que dolían. Igual entendiste que no te había elegido a ti, pero creo ,o quiero creer, que no fue así, que quería que él también te quisiera y recibirte con toda la pompa que te merecías. Es posible que me dejara engañar porque dolía demasiado tener que escoger, asique creí que llegaría el día en que aparecieras también en sus sueños, esos que tanta prisa le corrían siempre y por fin pudiera teneros a ambos.
Un buen día, de pronto, supe que te soñaba sola, que aquel padre predecible no salía en mis sueños y, no pude mentirte, ni darte un somnífero para adormecerte en tanto llegaba mejor ocasión, simplemente la verdad te aplastó, te pasó por encima como si de una apisonadora se tratara y, si bien morir no te moriste, sí que quedaste maltrecha.
Hubo de pasar aquel tiempo revuelto lleno de lágrimas y de pérdidas emocionales en las que sin abuelo te quedaste, casi al tiempo que yo, durante el cual dolías como ni te imaginas precisamente por saber que estaba ya más que difícil tenerte a mi lado, para que te recuperases un poco nada más, lo justo como para que imaginara que tu puerta de entrada a mi vida podía estar tras una inseminación, que tal vez tú no quisieras padre, ya ves. Investigué contigo azuzándome, sí, lo sé, dándome fuerzas en ocasiones y, siento decírtelo, quitándomelas en otras, que tú eres una niña y no lo sabes, pero yo se supone que he de ser responsable y he de procurar darte lo mejor, y en fin, que los números eran los que me te decían esos esperas que te desesperaban en ocasiones. Los números y el miedo a quedarme sola, no lo negaré, porque mi niña, también sabía que teniéndote a ti se complicaba el encontrar un hombre con el que compartir mi vida y a ti. Sé que es una estupidez, lo sé, que el hombre que no te aceptara no iba a interesarme, pero ... supongo que varias cosas me echaban para atrás y otra vez te hice esperar, con mayor dolor a medida que el tiempo pasaba, eso sí, implacable, decidiendo sobre mí y por encima de mis decisiones.
Hoy estás enfadada conmigo. Lo sé. Sé que estás dándome la espalda porque son demasiados años jugando contigo a escondidas, no dejándote crecer como cualquier niño y obligándote a permanecer oculta. Desgastaste las uñas arañándome los últimos seis años, con los anuncios de llegada de Adrián, Raquel, Hugo, Alejandra, Erika, Alba, Diego, Jorge, Edu, y Nico, si bien el conocerles me calmaba la ansiedad porque te olía en sus pieles. Alba, Alba es tu amiga y me traía mensajes tuyos, sí, porque en el peor momento de mi vida ella me anestesiaba a golpe de sonrisa, y eso sólo podías habérselo pedido tú. Sé que tú estas detrás de las letras que las lágrimas escupen por mis dedos y sé que te has atrincherado lejos de mí pataleando por no haberte hecho caso antes.

No se alimente

jamás de ella la vida

-la luna ordena-

No romperá su vientre,

será siempre sirena.

Pero sé que sigues ahí, mi niña, lo sé, igual me equivoco, es más, cualquiera con dos dedos de frente dirá que estoy loca, pero sé que sigues ahí, en alguna parte, esperando que vaya a buscarte.

Porque el estallido de desconsuelo que me abrasa en las noches se acaba cuando pienso en ti.
Porque la amargura que ha aromatizado mi aliento cesa cuando tu abuela o tu tía te besan en mis sueños.
Porque el dolor inmenso en mis entrañas se volatiliza al sonreirte tras la sonrisa de los niños que me miran en la calle.
Porque la soledad y el vértigo que me embargan cuando miro al futuro desaparecen cuando te ríes desde allí.

Aún no tengo claro el camino a seguir para encontrarte, crees que ya no quiero mimarte, reñirte, vestirte o castigarte, y no, no es eso: estoy estudiando la situación, que no está fácil dar contigo ahora, con tanto obstáculo entorpeciendo tu búsqueda. No sé aún por qué camino habré de caminar, y no quiero lanzarme a correr a la desesperada sin saber por dónde voy y a qué voy: quiero ir a buscarte, de frente, con la tranquilidad que da la claridad de ideas.
Necesito saber que tú lo sabes también, porque cuando pierdo la esperanza nada tiene sentido y sólo la seguridad de que los obstáculos que el tiempo ha decidido ponerme no son insalvables y que daré con el modo de superarlos, sólo eso es lo que me dan paz.

No lo dudes: te encontraré.

Carta a mi niña @ Glauka 2007

Imagen: "Tü, mi linda vida" de Ana Beleíta