LA MANO DERECHA DE UNA SIRENA ZURDA
ESTIMADA MANO DERECHA:
Antes de nada, recordar que soy zurda, y que, sólo por eso, malamente comenzamos nuestra relación, mirándonos torcido y todo.
Creo que me escuchaste decir no hace mucho que quería escribir en el blog algo sobre mi zurdez, sobre ese dato de mí misma que me enfrenta al mundo porque el mundo esta hecho por diestros y para diestros, y decidiste darme una lección, recordarme quien eres, creo tienes algo de esa mala hostia que se me revoluciona por dentro, que a fin de cuentas eres también parte de mi cuerpo, y por eso has decidido hacerte notar.
Y ese día de la gran helada viste tu oportunidad. Viendo que me iba al suelo y sabiendo como sabías que nada me aterraba más que fracturarme, fisurarme o lesionarme de cualquier modo el coxis, te sacrificaste por mí. Algunos te dirán que no te engañes, que no tuviste ese momento de gloria, que fui yo quien te echó a los leones, quien prefirió prescindir de ti antes que de mi apreciado coxis … ni caso, yo sé que fuiste tú la que tomó la decisión, valiente, sacrificada. Lo sé, insisto, porque sé que pensaste ahora te vas a enterar, morena, que tienes refajos para eso y más, por algo eres una parte de este cuerpo rebosante de refajos, vale que ignorada parte, pero parte a fin de cuentas. Y te las gastas igualito que ese cuerpo al que estás unida, y ese era el modo de dar comienzo a tu escarmiento, mejor dicho, al mío, a mi escarmiento y a tu protagonismo absoluto en mi vida, en esa vida que siempre te había ignorado. Porque yo no me daba cuenta de que, ciertamente era zurda, que siempre lo había sido, sí, que era zurda hasta para mirar o vestirme o caminar, pero tú hacías una importante labor, labor que nunca te agradecí, labor de la que ni tan siquiera era consciente.
Y escuchaste, o mejor dicho, tuviste que escribir en el teclado, que quería hacerle un seudohomenaje a la mano izquierda y claro, recordaste todos aquellos sapos y culebras que te echaba encima cuando de niña mi abuela se desesperaba intentado que abandonara esa zurdez que, tozuda, me empeñaba en mantener, que ni la cucharilla de postre, decía yo, eras capaz de sostener, que no abuela que no, que esta mano mía es tonta. Recordaste que siempre eras tú la culpable de que tuviera que ser más inteligente o espabilada que las demás niñas del cole en la clase de Labores, porque a mí nadie podía enseñarme, era zurda, las monjas no sabían hacer punto de cruz o ganchillo o tejer al revés de cómo se hacía, porque eso se hacía con la mano derecha desde los albores de la historia del bordado y demás labores con hilos, asique yo tenía que aprender sola, mirando, adivinando, porque claro, mi mano derecha era torpe. Recordaste con ira todas y cada una de las veces en que tú eras inútil, o eso decía yo, Y fueron muchas las veces … Y te vas a enterar, pensaste.
Porque en ese acto de valentía, te lesionaste, como no podía ser menos. Te pusiste morada, de ese color que tanto me gusta por cierto, te creciste a lo bestia, ocupando el espacio de dos manos por lo menos, me doliste brutalmente sin dejarme dormir incluso un par de noches, por aquello de decirme estoy aquí, ¿qué pensabas?. Entablillada dueles menos, cierto, pero se nota aún más tu no presencia en mi vida diaria. Ahí empecé a pensar en ti, ahí empezaron tus satisfacciones, tu revancha, tu omnipresencia.
Porque cuando quise escribir en el portátil, comprobé que no era posible sin tu colaboración por muy zurda que yo fuera, es verdad que lo estoy haciendo, pero nunca pensé que fuera tan difícil hacerlo sin ti (sé que te ríes por lo bajo cada vez que subo el codo para que tus dedos encuentren el ángulo adecuado para pulsar las letras), además, el escribir rápido, casi tan rápido como mi pensamiento, esa forma de escribir que es la mía y que es como me gusta escribir para que no se me escapen las ideas y para disfrutar escribiendo, de momento se ha acabado ( te regocijas con esto mucho más aún que con las subidas del codo).
También te eché de menos, mucho, cuando me tuve que peinar, sigo haciéndolo todas y cada una de las veces que me tengo que peinar, no te digo nada de cuando me tengo que lavar la cabeza, eso de tragarme la suficiencia que adorna todos mis actos y tener que pedir ayuda a mi madre … esas son tus victorias, porque me cabreo sintiéndome inútil, y esa inutilidad es por no disponer de tus servicios incondicionales, siempre silenciosos, siempre ignorados.
Tampoco puedo conducir eso que tanto placer me proporciona, tanta libertad me hace sentir, especialmente cuando lo hago sin destino fijo con la música al alto la lleva, conduciendo con mi mano izquierda sobre el volante, que para eso soy zurda, sintiendo que es esa mano izquierda la que me lleva de la mano por el camino de mi libertad. Nunca me había detenido a pensar en que sí, mi zurdez conduce, puede que hasta elija el camino, pero ¿quién metía las marchas? Ahora, como no estás tú en condiciones de meter las marchas, mi zurdez no puede conducir.
Si hasta para alimentarme consigues recordarme tu estado de huelga: porque yo busco la forma de hacerlo sin necesitar de tus servicios, sí, nada de carne o pescado, que requieran de cuchillo y tenedor, nada de marisco (menudas fiestas navideñas me has hecho pasar, chupeteando en la confianza del hogar materno los langostinos como si tuviera cinco años). Pero claro, el tirar de sándwiches o de ensaladas también tiene lo suyo, yo creía que no, que había dado con la solución para no recordar tu ausencia, hasta que tuve que abrir un bote de espárragos o uno de salsa de ajo, ahí me hacías falta tú, y no podía ser de otra manera. Mucho te has debido carcajear de mí viéndome furiosa, ofuscada ya, abriendo el bote sí o sí, aunque en ello me fuera abrirme la muñeca de nuevo como fue el caso, porque era lo que me faltaba, resistírseme un bote a mí. Pues nada oye, debiste pensar, que me tiro otros diez días hibernando si eso es lo que quieres bonita … finjo que lo hago por gusto, pero la supervivencia a base de Corn Flakes, palomitas de maíz y pasta ya me tiene un poco más que harta, la verdad.
Y lo de la plancha ya casi ni lo mentamos, pero bueno, que hoy toca bajada de pantalones y tengo que ser sincera: tengo dos lavadoras enteras sin planchar, hago como que no tengo ganas de planchar, pero en realidad es que sin tu ayuda está harto complicado. Porque lo hice en nochevieja, planchar aquel vestido me costó sudores, tú lo sabes, que hasta tuve que parar a relajarme porque me estaba encendiendo, y al terminar sudaba casi tanto como al salir de mi clase de spinning (otra cosa aparcada gracias a tu desaparición de mi vida útil, que a ver cómo demonios subo y bajo y me agacho y todas esas cosas que se hacen en spinning sin tí). Hoy he repetido la operación con unas cortinas, porque soy un pelín burra y me encabezono, emborrico y tenían que estar colgadas las cortinas hoy mismo, y sé que lo disfrutaste, te regodeabas en la jugada entorpeciendo la labor de planchado si osaba reclamar tu ayuda. La verdad de la buena es que ya no me queda ropa que ponerme, que ando de uniforme, y todo porque mi mano derecha, esa que he ignorado siempre, no está operativa.
Y encima no te lo pierdas, tu colega, la mano izquierda, que lleva tantos años de feliz protagonismo, de reina del baile, encantada de la vida siendo la mano útil, la querida por mí, la que se lleva todos los honores, porque soy zurda y los afilalápices, las tijeras, los cuchillos del pescado, los abrelatas y hasta los teclados de los ordenadores están hechos por y para diestros, que hay qué ver, pues oye!, que ahora le da por protestar, por quejarse de que la hago trabajar a destajo. Todos estos años callando que tú le echabas una manita (valga la redundancia, ;)) para llevarse ella todos los honores, y ahora protesta, ahora se queja, remolonea, que si le duele aquí o allá, pide tu colaboración.
Pero lo peor de lo peor, lo más peor de todo, fue tu primera ausencia, fue la primera en la frente. Y es indecorosamente vergonzosa, bonita, y sé que disfrutas cada vez que se repite eso de ir al baño, y pelearme con el pantalón y con las bragas, primero para bajarlas, luego para subirlas. Si hasta me he pasado a las faldas, triunfante por haberte vencido, triunfo que duró lo que tardé en intentar ponerme las medias sólo con la mano izquierda claro, porque eso es peor aún que lo de subir o bajar unos pantalones. Me estás dando más de una lección, porque además de meterme por los ojos todo lo que has dejado de hacer por mí me estás tocando la fibra esa de la impaciencia, me gritas que si no quería caldo hay tengo dos tazas todas y cada una de las veces que tengo que hacer la operación de bajada de bragas, y te aseguro que es humillante echarte de menos en momentos así, a veces lo que hago es echarte pestes, pero lo evito, porque sé que lo disfrutas, en silencio, pero lo disfrutas.
Vamos, que has ganado. Que sí, que es verdad aquello de que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Que el homenaje te lo hago a ti por estar ahí siempre, en silencio, sin ser reconocida tu labor. Porque te lo has ganado. Pero por favor, vuelve, vuelve a ser la que eras, ya he aprendido la lección.
©Glauka-2006 La mano derecha de una sirena zurda
©Glauka-2006 La mano derecha de una sirena zurda
5 Comments:
MUCHAS GRACIAS POR TUS COMENTARIOS....GLAUKA.
ES UNA PENA QUE TU REINO MARINO QUEDE TAN LEJOS.
PARA PODER CONOCERTE...SIRENA.
BUENO...ESO QUE ME GUSTA MUCHO TU SPACIO,,,,Y TU ORIGINALIDAD.
MILES DE PESOS Y ALETAZOS
DKN.
"PESCAO FRITO"
Las sirenas sólo pueden verse de lejos ...
Los aletazos, me vas a perdonar, pero va a ser mejor que los de yo, que tengo práctica en darlos con cariño ...
Eso del pescao ... ummmm ... voy a hacer como que no lo he leído.
Quizá nosotros los zurdos hagamos con la derecha lo que el resto del mundo hace con la izquierda. Menospreciarla.
Besos zurdos.
SSSSHHHHHH! A ver si se confía y vuelve a estar operativa ... y así yo podré volver a protestar porque todo en este mundo sea diestro: hasta los dibujos en la taza del café están puestos para coger las tazas con la derecha ... el acelerador en los quads ... el reloj dicen que va a la izquierda porque no estorba allí ... los muelles de los cuadernos ... la ubicación del mobiliario de oficina habitual ... las manillas de las puertas ... los botones en la campana extractora ... el abrelatas de toda la vida ... las alicates, la sierra, todo lo de bricolaje ... las escopetas y sus telemiras ... los cuchillos en general ... ¿a qué le das vueltas tú cuando afilas un lápiz?
¡JAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAAAA!
Veo que de castas le viene al galgo porque ya por entonces tenías esa ternura acida recubriendo tus letras sirena. El ordenador y entonces la diestra.
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