TU OLOR
Desperté plácidamente arropada por tu olor, sonreí y disfruté de tu aroma, mientras me retorcía de gusto, como los animales cuando se despiertan, como los humanos cuando no ha sido el despertador quien nos arrebata de los brazos de Morfeo.
No había abierto aún los ojos cuando te lo dije, me gusta despertarme con tu olor tan cerca, embriagándome, entrando dentro de mi y adueñándose de todo … tenías una mano en mi cintura, en ese hueco que forman todas las cinturas cuando una reposa sobre un costado, en este caso tu mano estaba sobre mi costado derecho a la altura de la cintura, diciéndome que estabas en tu casa.
Dejé de sentir tu mano en mi cintura, pero a cambio, un dedo aleteaba, lentísimamente, sobre mi pezón derecho; quise acercarme a ti, pero no me dejaste, no, no, espera, dijiste. Esperé, esperé a sentir que no quería esperar más, a que mi pezón se pusiera duro al contacto de la yema de tu dedo, esperando ya que hubiera más dedos invasores, que hubiera más trozos de piel invadidas por tus manos, esperaba ya, con cierta ansiedad, que más piel de la tuya me tocara. Tú escuchabas a mi respiración acelerarse, ese respirar de cuando no quiero que me oigas agitada, cuando intento controlar el aire que sale de mis labios y, aún así, se me escapa en forma de gemido ahogado; sé que eso puede contigo, así que, cuando por fin se escapó el aire entre mis dientes suspirando gemidos, me desesperaba ya esperando, porque saber de tu agitación, aunque no la escuchara, aunque no la pudiera tocar, me encendía aún más.
Sólo con mi olor disfrutarás hoy dijiste. Y como presintiendo lo que yo quería hacer, una de tus manos me tapó los ojos suavemente sssshhhh no abras los ojos, sirena, hoy no los abras, mientras tu otra mano giraba mi cuerpo, tumbándome bajo el edredón que tapaba hasta mi cara, mientras tu olor me invadía brutalmente desde el calor inmenso que alimentábamos bajo aquella carpa que resguardaba nuestro mundo. Me acariciabas los pezones, ambos, pero nada más de tu piel me tocaba, sólo tus dedos. Tú eras ese olor que me gustaba, ese olor que me infundía ganas de suspirar y que henchía mis pechos, ese olor que me estaba encendiendo cada vez más. Sabía que estabas ahí, por eso, de forma inconsciente, mi cuerpo te buscó, pero tú lo rechazaste no, cielo, no, sólo el olor entrará dentro de ti hoy, lo has dicho tú, aquellas palabras me volvían loca por momentos, por favor, no abras los ojos. Y yo obedecí.
Seguí allí deseando como nunca sentir tus muslos a mi alrededor, sentir tu pecho galopar desenfrenado contra el mío, acariciar tu vientre … intentando esconderte mis gemidos infructuosamente ya que éstos, por decisión propia, conseguían susurrarse en tus oídos. Yo sentía que te gustaban aquellos susurros imposibles de controlar más que comer con los dedos, lo notaba en tus manos, que aceleraban su ritmo sobre mis pechos, me apretaban buscando que mi ansiedad se desbocara, aun sabiendo que podría estallar sólo con eso. Una de mis piernas se arqueó ligeramente, se abría pidiéndote que entraras en tu casa, que se te esperaba, pero no debiste enterarte, así que la otra pierna hizo lo mismo, tropezando con tu rodilla. Un latigazo brutal fue sentirte así, sin esperarlo, se me erizó toda la piel del cuerpo, un escalofrío me atravesó de arriba abajo mientras tú me recordabas no, sólo mi olor va a inundarte de placer.
Algo debió no obstante agitarse en ti también con el roce de nuestras piernas porque tu voz me llegó entrecortada, y dándome esperanza introdujiste tu mano entre mis piernas, resbalando entre ellas, tocando aquella puerta abierta que te esperaba caliente, ardiendo, empapando tus dedos en aquel montón de deseo, pero sólo unos segundos fueron los que yo creí que por fin vendrías conmigo tú entero, no sólo tu olor, porque inmediatamente me giraste, poniendo mi espalda frente a ti, con mi cuerpo tumbado bajo el tuyo, mientras se te escapaba ¡qué dulce sabes, sirena!. Te sentí ponerme algo entre las piernas, una almohada, sí, lo reconocí. Sentí tu aliento en mi nuca y se me erizó hasta el pensamiento mientras, ahogado, me decías no te muevas, aún, apóyate sobre los codos, así, mientras me ayudabas a colocarme como querías verme. Te presentía sobre mí, a cuatro patas, sin tocarme más que tus manos, terriblemente lentas, torturando más que acariciándome los pechos, por eso me querías sobre los codos, para que mis pechos quedaran colgando a la disposición de tus dedos, me enloquecía saberte así sobre mí, porque yo seguía con los ojos cerrados, oliéndote ahora a mi izquierda, ahogando los jadeos que brutalmente se desbordaban de mi cuerpo para poder escuchar tu respiración acelerarse, porque se estaba acelerando, ni siquiera pude sonreír cuando descubrí que tú también me ocultabas tus gemidos, que tú también intentabas no mostrarme ni uno, y que en muchas ocasiones era inútil, porque como yo, los tenías libres, con vida propia, capaces de escaparse por tu boca sin permiso. Me acariciabas suave, lento, se me nublaba la ceguera en que había convertido mi vista incluso, tu aliento me acariciaba el cuello, entraba por mis oídos, por mi nariz y hasta mi boca tuvo lo suyo pese a no acercarte a ella, tensando mi espada y mis muslos. Pero en cada jadeo que se te escapaba se me enredaba más tu aliento por dentro, y oírte a mi lado, oliéndote sólo, sabiendo que era tu olor quien se excitaba y quien deseaba mi deseo, me arañaba salvajemente provocándome espasmos que aumentaban la densidad de tu olor.
Muévete si es lo que quieres hacer me dijiste, y, agradecida, me moví como si estuvieras tú entre mis piernas, ya sabes, poco a poco al principio, que me gusta saborear tu calor, mientras tú no aumentabas ni un ápice la cadencia de tus manos sobre mis pechos, pero sí la de tu respiración, cada vez más cercana, ahora tus aires se hundían entre mi cabello, y gemías ya dejándote llevar, encendiendo aún más las llamas que me quemaban, me destrozaban por dentro, con cada bocanada de tu aire que rozaba mi piel, que sobrevolaba las gotas de sudor que la tensión de tu olor estaba depositando en mis hombros.
No puedo más te supliqué, rogándote que aquella placentera agonía terminara contigo dentro, contigo cerca, contigo clavado en toda mi piel. Abandonaste mis pechos dándome una pequeña tregua, poco útil porque juro que escucharte ahogar los gemidos entre tus pulmones me enciende más que cualquier otra cosa, para separar mis nalgas, acariciar mis humedades de arriba abajo, de abajo arriba, haciendo que un temblor recorriera todo mi cuerpo deseando lo que por fin, hiciste: entraste en tu casa, te hiciste primero hueco entre mis labios para luego entrar triunfal, dejándote abrazar por mis fuegos, embargándome entera de tí, sólo es el olor, sirena, sólo es mi olor de la mañana el que está dentro de ti y yo me sentía plena, llena, aspirando tu olor con todo mi cuerpo, con toda mi piel, con todo mi deseo, y deseando que ese olor candente que me había penetrado continuara quemándome fuerte, más adentro, rasgando con cada embestida más y más mi resistencia hasta invadirme entera.
Regresó tu aliento a mi lado, de nuevo te escuchaban mi nuca y mis oídos respirar agitado. Ni un centímetro de tu piel me tocaba sin consentimiento de tu olor, y eso sacaba de quicio a tu respiración, tu boca daba bocanadas junto a mis oídos, queriendo escupir el deseo para prolongar mi agonía. Regresaron tus manos a mis pechos, seguías acariciando lentamente, ahora eran sólo roces cada vez más suaves, casi sin tocar siquiera, me sorprendías deseando que me apretaras cuando tan sólo posabas tus uñas, cada vez más delicadamente, exasperándome hasta la extenuación, pese a que los movimientos de nuestras caderas eran enérgicos, y a que tus jadeos abrazaban a tu aliento rodeándome, poseyéndome, entrándome más adentro. Era tu olor, cierto, quien me penetraba tan furiosamente ya, era tu olor el que seguía grabado a fuego en mi nariz, en mi garganta, en mis ojos. Era tu olor el que me derretía por dentro en un desparrame de sirena ciega. Era tu olor el que gritaba entre mis cabellos, el que hundía tu cabeza en mi melena, el que susurraba que no quería irse aún, que no quería. Era tu olor el que estaba desbordándome por dentro mientras explotaban todas las caricias al mismo tiempo, era tu olor el que se derramó dentro de mí, el que se restregó contra mis adentros hasta desgarrarme en mil jadeos, mientras tu cuerpo se derrumbaba, por fin, sobre mi espalda.
Sentí tu corazón desbocado sobre mi, por fin sentí toda tu piel cubrirme, tu dulce cara se hundió sobre mi hombro, en la curva de mi cuello, tus brazos bordeaban mi cuerpo, reposando tu calor junto a mi cintura. Tus piernas calmaban la sed de las mías, acariciándolas melosamente.
Saqué mi cabeza, feliz, de debajo del edredón bajo el que tu olor se había hecho conmigo, para ver la estampa del contorno de tus nalgas reflejada en el espejo, la imagen de aquel peso de tu cuerpo que sentía reposando sobre el mío, el dibujo de la plenitud inmensa que me habías metido hasta el último rincón de mi cuerpo sólo penetrándome con tu olor: Estaba sola.
©Glauka-2006 Tu olor
©Glauka-2006 Tu olor
Etiquetas: A CAMBIO DE LA INMORTALIDAD SIRENAICA
9 Comments:
Es un placer despertar así por la mañana, es un placer leer como lo describen tus palabras...estaré en el trabajo pero me encanta empezar el día llenandome la mente de las imagenes de un olor así...
Sin palabras... estoy extasiado...
Muchas gracias chicos, pero quería deciros, por si no lo sabéis, que puede ser, que también podéis comentar los textos que no hablan de lo Unico ;-). Que parece que sólo leáis los textos que hablan sobre sexo, y no, no quiero creer eso.
¿Qué pasa que tengo que ser monotemática para contar con vuestra atención? Prefiero pensar que no ....
los roces mañanero y las fantasias humedas siempre son placenteras, aisss.....
Yo los leo todos te lo aseguro, y siempre tienes mi atención aunque no deje siempre comentarios :-)
Delicado y a la vez salvajamente sensual tu post...Me has hecho recordar esa sensación de placer al quedarte sola con su olor en el edredón...Feliz despertar...Muackissssssssssssssssss
sí...ya glauka ya...en vivo y en directo viviste mi reacción al leer tu texto, joder, qué subidón, tú y tu jodida capacidad descriptiva, casi se me caen los dos testículos en un súbito shock post traumático de consecuencias imprevisibles...sirena asturiana demi corazón tu erotismo es una arma de destrucción masiva, te debo una ya lo sabes...jajajajaja...ya sabes tú por qué.
Tu olor imaginado sigue aquí en mi escritorio pero si hay algo que me acompaña siempre es tu risa, no la pierdas jamás, al menos mientras me observes como tantas veces...fijamente.
mil besos
EL DRESCO
Jeje, ¿los capullos de los tíos sólo leen lo relacionado con sexo o qué? Imagino que no te extraña, no damos para mucho más ;-) Muy excitante tu relato.
Querida Glauka.,... verdaderamente tu si que has sabido sacar toda la esencia del aroma erótico de tu amante... y ese juego de contención para no perturbar el olor es perfecto!
Tomo nota!
Gran blog... ya es de mis favoritos!
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