20.4.11

"Mamá siempre marchando"

Retumba en mi cabeza y no, no es imaginario el soniquete, es real como la vida misma, que día sí día también mi peque pasa buena parte del escaso tiempo que compartimos repitiendo, cual buen mantra que se precie, la frasecita de marras.

Y es que no me extraña, la verdad, porque el pobrecico tiene la “fortuna” de tener una mamá que se pasa el día entero “marchando”:

1) Nada más levantarse, él ya sabe que su mamá marchará dejándole en alguna parte, bien en la escuela bien en casa de la abuela, pero le dejará y se marchará. De ahí que en el desayuno mismo empiece a afirmar: “hoy no maacha mamá, mamá no maaacha” mientras que su mirada, esa incapaz de mentir, grita a voces la más que duda que en el fondo tiene sobre la veracidad de sus palabras.


2) Al mediodía, mamá llega a buscarle a la escuela, sí, pero él ya sabe que son sólo tres miserables cuartos de hora durante los cuales habrá que subir al coche, llegar al parking, bajar del coche, subir a casa, mediocomer mamá (todo ello apurado por mucho que la mamá intente jugar mientras lo hacen) y de nuevo, salir corriendo. Asíque, en cuanto la tiene entre sus brazos, comienza la cantinela de nuevo: “no maacha mamá, mamá no maacha”, una y otra vez, a ver si por aburrimiento consigue que no se cumpla ese futuro más que predecible que le espera: mamá, una vez más, marchará.


3) Y llega la noche, menos mal que mamá aparece de nuevo a eso de las ocho, justo para el baño, preparar la cena y un poco de eso que ahora llaman "tiempo de calidad" para calmar ansiedades maternas… la “marcha” que sabe el pícolo bambino que tendrá lugar al apagarse la luz no le permite dormirse, repite por lo bajo primero unas treinta veces la frase mantra título de este penoso texto bien asido a la mano de la mamá huidiza, luchando desaforadamente por no dormirse, porque sabe que en cuanto lo haga, mamá marchará, una vez más. Incluso su subconsciente se lo curra en la misma línea de trabajo y cuando transcurridos cuarenta largos minutos Morfeo comienza a ganarle la batalla, susurra “mamá, mamá, mamá” bajito, en intervalos de treinta segundos, durante al menos otros quince minutos, durante los cuales, como ya os podéis suponer, el corazón de la mamá marchante se desmigaja, directamente, llevándola a la cama hecha un montoncito de migajillas descompuestas que se reconstruirán durante el sueño a duras penas para recomenzar el día exactamente igual al anterior, cierto, pero con un dolor sordo y casi reumático por todas y cada una de las juntas de unión, mientras retumba en su cabeza -esta vez sólo en su cabeza-: "mamá no maacha, no maacha mamá”.

Triste imagen la de una mamá siempre marchándose. Sí. Pero es la que hay.

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