“No sé porque no eres feliz, XXXX, no sé porqué no disfrutas con nada. No sé porqué me has ido echando de tu vida poquito a poco hasta expulsarme totalmente. No sé porque odias que tenga algo más en mi vida que tú y tus vacíos, como es mi familia o trabajo, especialmente este último año, en que simplemente he sobrevivido sola, sin ti. No sé porqué no compartes tus cosas ahora de pronto, conmigo, o con tus amigos, o con las personas que te quieren No sé porqué te gusta sufrir, o porqué te empeñas en ser “difícil” y hasta pruebas una y otra vez a destrozar todo aquello bueno que haces. No sé porqué te odias de esa manera tan terrible.
Sé que has estado obligándome a abandonarte, para que sea yo quien termine con todo, para que, una vez más, tal y como tú dices, todo sea fúnebre en tu vida. Te has empecinado en hacerme daño, para que sea yo quien ya no puede más. Y así estoy, que ya no puedo más, lo conseguiste. Que me duele el alma y hasta el aire, que lo único que quisiera hacer es encerrarme a llorar meses y meses, y sufrir amnesia, y olvidar toda mi vida, y no haberte ni conocido, porque borraría todo el dolor, pero también todo lo bueno que me diste, y no tendría referencias para saber lo que quiero.
... Estás demasiado obsesionado contigo mismo como para pensar en nadie ni en nada más. Demasiado empeñado en ser “alguien”, para mí quizás, como para poder serlo. Yo sé quien eres, y me cuesta olvidarte, pero te aseguro que cada vez más, me siento viuda, XXXX ha muerto, en su lugar hay otra persona que no tiene nada que ver con XXXX.
Te he querido ciegamente, de una forma puede que hasta insana. No había nada ni nadie, sólo tú. Eso te gustaba, hasta que empezó a haber algo más. Fuiste tú quien se fue, dejando sitio libre en mi vida, yo sólo fui cubriendo vacíos, nada más. Eso sí, tú seguías siendo el nº: 1, sin embargo yo fui desapareciendo de tus prioridades primero (sólo tu empresa lo era), de tus necesidades después (la empresa es una necesidad ya) ... pero yo debía seguir viviendo por y para ti.
... Sólo puedes disfrutar de las cosas por ti mismo, si te quieres a ti mismo un poquito al menos, XXXX, y tú, a pesar de ese egoísmo en que te refugias para protegerte Dios sabe de qué, no te quieres nada. Por eso te molesta que los demás disfrutemos, por eso te molesta que los demás te queramos.
¿Sabes? Es curioso porque yo siempre he creído que te exigía demasiado, que necesitaba constantes atenciones, que quería pruebas de tu amor una y otra vez, que era yo quien pedía siempre más. Y estos días, de pronto, lo he visto claro, he comprendido que no es así, que nunca ha sido así, que eres tú quien siempre, absolutamente siempre, me ha estado examinando, 12 años poniéndome pruebas, para ver hasta dónde llegaba mi amor por ti, porque no podías creerte que te amase realmente a ti. Tal vez tú me quisiste demasiado y tuviste miedo al dolor de perderme, no lo sé. Lo que tengo claro y cristalino es que no puedo seguir demostrándote nada. Es que hay más: a este XXXX no le quiero, supongo que es a donde querías llegar, a saber si te querría en cualquier circunstancia, pero te has equivocado, ser dañino no es una circunstancia, es ser un alguien distinto, el que yo amo, está muerto.
Supongo que haré lo que se hace en estos casos, sufrir un montón de tiempo y luego rehacer mi vida con los pedazos, yo puedo ser feliz, lo sé. Soy la fuerte de los dos, como tú dices. Puedo incluso llegar a querer a alguien con la misma locura que te quise a ti, no sé si sabré dejarme querer, eso ya se me ha olvidado. Ahora no puedo hacerme a la idea, pero tendrá que ser así, porque tú no ofreces nada, sólo el triste espectáculo de ver cómo te destruyes, de cómo arrastras contigo todo aquello a lo que amas. Y yo no quiero destruirme, no.
Quizás, sólo quizás, aceptes ir a un médico, hay una probabilidad entre un millón, no más, pero si te digo la verdad, tampoco me hace feliz la idea, ni me ilusiona, ni nada, porque no creo en ti. No sería la primera vez que lo dices, ni la primera que pones algo de tu parte para ser feliz, el tiempo justo para convencerme y que me quede contigo; cuando te he creído, has vuelto con más ímpetu al dolor, al daño.
Creo que yo te he querido más de lo que nadie te ha querido nunca, y eso XXXX no lo puede comprender, entre otras cosas, porque XXXX no se quiere nada. Tantas comprobaciones te han llevado a no confiar en mí, tu teoría de que todo se acaba y nada puede salir bien es precisamente lo que te ha llevado a que se cumpla tu teoría de las narices.
Es triste, muy triste. Siempre fue fantástico sentirse admirada y querida justo por la persona que más admiras y quieres, estupendo ser un verdadero equipo. Y se acabó. El desapareció poco a poco, ese hombre luchador, animoso, que me compartía y se compartía, ha desaparecido. No hay excusas, no puedo mentirme más, porque ya he agotado mis fuerzas haciéndolo. Estoy vacía, sin nada que ofrecer. Cierto, ahora somos incompatibles, lo único que tenemos en común, mira tú por dónde, es este inmenso dolor.”
Rabia a raudales, eso es lo que sentí, si lo que quieres saber. Al leerme. Me enfurecí conmigo misma por haberte creído 3 años antes, por haber deseado creerte quizás. Aquella genialidad de tu amor, era desesperación encubierta por carecer de deseos de vivir, de tener un alma atormentada a la que no querías mirar de cerca; siempre creí tus palabras, cuando decías que yo suplía aquellos vacíos en su alma, ahora sé que no fue así, porque no podía ser así.
Triunfas, o eso cree el resto del mundo; te va cada vez mejor en lo tuyo, de lo cual me alegro enormemente, de veras, porque es lo único que ocupa tu vida. Y tú sabes que me alegro y porqué me alegro. Ganas mucho dinero, tienes no sé ya ni cuántos empleados en tu empresa, reconocido prestigio, y a día de hoy algunos se extrañan de que te “haya dejado escapar” ....
Por eso no PUEDES mirarme a los ojos. Por eso, yo no QUIERO mirarte a los ojos. Porque tú y yo sabemos que tu verdad sigue, cuatro años y medio después, en esa carta.
GLAUKA
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