Abro los ojos.
Ducha rápida, vestirse y salir galgando.
Cuarenta minutos de caminata. Un par de "buenosdías" y encierro en el despacho. Es verdad que de un tiempo a esta parte suena el teléfono con frecuencia y alguien me acompaña en ese caminar urbano mío, sí. Incursiones breves en mi espacio laboral vía teléfono, vía amoyseñordelaempresayallegados, especiamente allegados, poco más. Con total seguridad, malestar generalizado y empacho de cabreo cada vez que el roce humano se da, precisamente por ser de esos allegados al jefe. Mails, eso también. Periódico con café y con una Yoli tras la barra: si hay suerte le gustará mi camisa o me contará a dónde se va de vacaciones o me pedirá consejo sobre algún libro. Más despacho. Blogueo intermitente acompañándome a ratos. Irrupción a eso de la una de la limpiadora y sus preguntas sobre cualesquiera cuestión que, supone la buena mujer, la respuesta está entre mis conocimientos. A las dos comer el pincho de tortilla que Yoli me guarda y un té, hundiéndome en el libro de turno, hasta hoy, "Corazón de tango", por cierto. La mitad de los días aproximadamente hay suerte y los últimos veinte minutos comparto café con dos compañeros de trabajo, el resto de los días, café sola. Vuelta al despacho. Más ordenador, más teléfono, más jefe y allegados, más mails y algo de blogueo si hay suerte. A veces le echo narices y cae algo de messenger. Otros cuarenta minutos cuesta arriba, ahora hasta casa. Puede que pare en el super a comprar. O que sea ese día a la semana que casi siempre consigo quedar con mi amiga a tomar unas cervezas, ese es un buen día. Lo habitual es llegar a casa agotada y, tras desvestirme, el teléfono se humaniza robándole el nombre casi siempre a mi madre o a mi amiga. Tendal quizás, o lavadora, o limpiar el polvo -no, de ese no- en la habitación, o tal vez, mugre en los cristales. En ocasiones, visita de clientes del turno, odiosas siempre o casi siempre. Rara, muy rara es la vez que toca cocinar algo, eso sí, sencillo: plancha o purés, tortillas y cosas así, me conformo con poco y nadie va a protestar. Fregar los cacharros casi siempre, pero en ocasiones ni eso, quedan en el fregadero y al día siguiente se intercalan entre la ducha y el vestise matinal. Tele, siempre tele encendida, algunas veces sin sonido porque escucho música, otras de fondo mientras miro correos, entro en foros, blogueo o trabajo en casa, que también toca. Googlear y youtubear cuando no hay nada concreto que hacer, que el saber no ocupa lugar, dicen, y calma ansiedades que es una barbaridad. En alguna ocasión basta con la luz de la pantalla del ordenador acompañando mis pensamientos. Tele e internet siempre dando calor.
Ale! Un día menos.
Pis y para la cama. Mañana más.
Cierro los ojos y a dormir ... o lo intento.
Lo normal Glauka 2007
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