Es lo mejor que puedo hacer, sin duda.
Tú nunca me fallas, nunca.
¿Qué voy, a jugármela a lo tonto? ¿A salir de copas rezando por encontrarme a ese mocetón que efectivamente me apetezca follarme, que a él también le apetezca eso de ser follado y que además, no me deje a dos velas? Porque seamos sinceros, eso, así, en conjunto, no es tarea fácil.
Si ya está complicado lo de que me enciendan los motores puesto que lo de la selección natural conmigo se ha ensañado y es superselectivo, ni te cuento lo de que no me dejen a dos velas. En lo de que a él también le apetezca no he entrado, lógicamente, porque además de ser difícil lo de encontrar un machote sin ganas a esas horas, desdeluego, pudiendo hacérselo conmigo, no tengo ninguna duda de que no opondría demasiada resistencia, al menos, la experiencia hasta el día de hoy, juega a mi favor en este terreno.
Pero claro, suponiendo que ya se hayan dado ambas circunstancias, la de que me apetezca follarme a un tío, más difícil, y la de que al tío le apetezca que me lo folle, más facilona: tengo que tener la suerte, además, de que no haya bebido más de la cuenta, de que no le apeste el aliento a alcohol o a tabaco, de que se le levante ¡que se me olvidaba!, de que no busque únicamente la muñeca hinchable en la que llegar, meter, sacar y correrse, porque un rollito hecho a altas horas de la noche, qué quieres que te diga, que no solía pasar, cuando tenía mucha, pero que mucha suerte, de mediocre polvo … prefiero ir a lo seguro.
Contigo es distinto, tú siempre me satisfa
ces, siempre. Tienes un cuerpo de infarto, todos los músculos en el grado justo de desarrollo que me gusta a mí, marcados pero sin exagerar. Eres alto de narices, dato sumamente importante, que en este país tiran a chiquitos, y a mí es que eso de más de ciento noventa centímetros de tío sólo para mí, me pone un montón. Tienes la mirada negra, grande y negra. Los labios carnosos, grandes y carnosos. El pecho, ancho, sin pelos y ancho. Unos brazos inmensos, o al menos eso parecen cuando abrazan, que no se acaban nunca. Y todo lo demás, todo bueno y a lo grande. Sí, sonríete, sabes que también la tienes grande. Siempre sabes lo que necesito, y si no lo sabes, yo te lo digo, y me lo das, nunca fallas, es que nunca, oye.
Porque sabes ya que a mí lo que me gusta es que haya de todo, que necesito juego previo, coqueteo, tonteo, que me seduzcan o jueguen a seducirme. Que no me voy a enamorar joer, que es parte del ritual sexual, nada más. Y tú me lo das, porque sabes que lo necesito. Me mimas, me abrazas, me miras como si me amaras, hasta finges amarme, me da a mí. Y yo encantada. Que no necesito que me quieras, pero sí que lo parezca. Y tú que lo sabes, pues me lo das. Siempre.
A veces te alargas en esto, ves que estoy falta de cariño, que ansío un abrazo y me proporcionas los kilos de ternura cuyo vacío ha dejado huella en los días transcurridos desde la última vez. Con dulzura me besas, me abrazas, me acaricias, viajas por toda mi piel con tus manos, lengua, piernas, brazos, labios y temperaturas. Eternizas el juego para que termine siendo yo la que,encendida sólo con eso, acabe por buscarte exigiéndote sexo, sin más.
Otras veces hueles que vengo muerta de hambre, que necesito que me la metas hasta el fondo ya, con urgencia, sentirte dentro y correrme de forma inmediata. Después vendrán más, como siempre, pero te busco porque necesito el calor de tu cuerpo rozando sin humedad tan siquiera, dentro del mío, de forma fulminante. Y cortas el juego, me sientas sobre ti, y me fuerzas a cabalgarte brutalmente, mientras te comes mis pechos y aprietas mis nalgas, exigiéndome que me corra, a veces incluso más de una vez sin moverme del sitio, sin desenhebrarme y de la misma forma ansiosa, cuando el olor a hambre atrasada sigue siendo mi perfume tras el primer embite.
Hay ocasiones en las que dejas que te gobierne, sin pedírtelo siquiera. Brillan mis ojos, dices después, de forma especial cuando vengo con ganas de pedirte, de exigirte, de ordenarte. Y sigues mis indicaciones sin protestar, besando donde te pido, mirándome como te indico, obedeciendo mis palabras y mis gestos y hasta mis pensamientos, dejas que sea tirana contigo y te exija algún capricho que se me ha ocurrido o he leído en petardas durante el tiempo en que no he tenido más que los recuerdos, llegas a dejarme hacer sin tocarme siquiera cuando yo necesito ver que te vuelves loco con mis caricias, y te vienes una y otra vez, o te lo impido y te aguantas, y aceptas que te lama, que te absorba, que mi boca te bese una y mil veces pero no te deje irte, pese a que sé yo que no es eso lo que más te gusta.
Porque a ti lo que más te gusta es dedicarte a mí. Lo sé porque es cuando se te pone una cara de vicio que, sólo con verte así, se me empapan las bragas, si es que las llevo puestas, claro. Lo que te gusta es que me deje hacer, sin que yo te haga nada con mi cuerpo, sólo con mis gestos suspiros, jadeos, gemidos y espasmos te pones a cien.
Sé que es lo que más te gusta porque siempre terminamos con tu dedicación y entrega, da igual el sendero por el que hayamos caminado hasta entonces de todos los posibles, una vez satisfecha mi necesidad primera, esa que tú adivinas con sólo mirarme, das comienzo a la danza de tus dedos sobre mi piel, al roce de tu piel sobre la mía, tu búsqueda incesante de mis derrames, que nunca pensé que pudieran ser tan densos, a abandonar tus besos en todos los rincones de mi cuerpo (alguno no sabía ni que existía, lo he descubierto gracias a ti).
Te gusta agotarme, hacerme desfallecer, tenerme horas flotando en esa agonía única que sólo proporciona el sexo en cantidades industriales. En la cama, en la bañera, en la piscina de la habitación del Zouk, entre los mullidos cojines y a la luz de las velas, con la luna fisgoneando como los sanjuaninos del jardín nos esconden, con música chill de fondo, o con Goldfrapp grabando un ritmo frenético en nuestras caderas, pero también te vale con tu respiración, mis gritos y el movimiento mismo, con el traqueteo de la cama a veces o el chorro de la ducha golpeando nuestros cuerpos.
Susurrar con voz más baja que cuando bajas la voz, secretos a todos los poros de mi piel, reconocerme con tu lengua una y otra vez, aprisionarme entre tus brazos clavándote entre mis piernas, o hundiendo entre ellas tu cara entera mientras me obligas a estar sentada para que me derrame más fácilmente en tu boca. Chupetear mis dedos todos, especialmente los de los pies, que sabes que incendian de forma inmediata mi vientre, o obligarme a mirar en el espejo cómo se me hinchan los pechos y se me erizan los vellos cuando tú estás sentado entre mis piernas encendiendo fuegos con tu lengua. Lamer mis muñecas suavemente cuando retiemblo con el segundo orgasmo que me provocas con la mariposa que tilila escondida bajo el monte de Venus. Recorrer mi acalorada piel, cuando estoy ciega con tu pañuelo o con mis medias, con un hielo, y inflamar después con tu lengua todos los surcos de frío que haya dibujado sobre mí. Empalarme contra la pared, y desde ahí, izarme, llevarme en volandas, caminar mordiéndome mientras me vuelvo loca con todo tu cuerpo entre mis piernas y hasta con el acariciar del aire al tú caminar, dentro de mí. Respirar en mi nuca cuando te revuelves dentro de mí y no te veo, y me cierras con tus piernas mis piernas, rectas, y yo me muevo y me muevo luchando contra esa prisión que has hecho entre el colchón y tu cuerpo.
Decirme que me deseas, que sabes que me gusta, que no me vas a dejar correrme aún, que me iré aunque no quiera, que estoy demasiado húmeda para notar tu fricción, que mis pezones saben hoy a hembra en celo, que te folle con ganas, que te castigue, que mis labios saben a dulce de leche, que no puedes más, que sólo han sido cuatro, que la ducha me reclama, que hoy eres tú quien tiene un plan, que me esperan tus abrazos, que necesitas estarte quieto dentro.
Eres una apuesta fácil, contigo siempre confirmo la capacidad multiorgásmica que sé que tengo y que no disfruto lejos de tu buenhacer. Cinco y seis y siete veces, y todas con dedicación y juego.
Y voy a dejar de hablar, que me estoy poniendo a tono sin tu colaboración, sólo con tus recuerdos, y no he venido hasta aquí para eso. Sólo puedo venir cada tres o cuatro meses, y los recuerdos son para esos tiempos muertos. Hoy te tengo en carne y hueso y hoy voy a correrme hasta perder el sentido, como siempre, pero me apetecía contártelo, ya que a nadie más se lo cuento, que espero ansiosa verte, porque contigo ¡Dios!, el sexo, es SEXO.
En nada podría emplear mejor cuatrocientos euros, sin duda.
Porque tú, tú nunca me fallas, nunca.
©Glauka-2006 Tú no me fallas nunca
Etiquetas: A CAMBIO DE LA INMORTALIDAD SIRENAICA